Inauguramos esta sección con un magnífico artículo de Marc Antoni Broggi (en la foto).
-Algunos compañeros me comentastéis la imposibilidad de encontrar el libro de Carlos J. Moya, Filosofia de la Mente. Contacté con el autor quien tuvo la amabilidad de hacerme llegar esta nota: el libro ha sido ya objeto de una segunda edición en noviembre de 2006, que, por lo que sé, no está agotada. Se puede adquirir por internet:
http://puv.uv.es/product_info.php?products_id=21617&osCsid=4f4ba9eae0a05b4230d6ca2dc2b783eb
*NUEVA SECCIÓN: CINE PARA LA EDUCACION MEDICA.
Inauguramos esta sección con un magnífico artículo de Marc Antoni Broggi (en la foto):
Francesc me propuso colaborar con comentarios a algunas películas que pudieran aportar reflexión sobre el ejercicio de la medicina. Hay muchas. Empiezo por una que me impactó hace años y que a menudo vuelvo a mirar:
LA PELÍCULA.- Barbarroja, de Akira Kurosawa, de 1965.
Se trata de un título fundamental de la historia del cine, uno de los mejores del gran cineasta y humanista japonés (autor de cantos a la amistad y la naturaleza como Derzu Uzala, de versiones de Macbeth –Trono de sangre- o del Rey Lear –Ran-, o de leyendas como Rashomon o los 7 samurais). Es una película que creo imprescindible para un estudiante de medicina o jóven médico, pues muestra muy bien un pilar irrenunciable de la profesión: la empatía y compasión necesarias frente al simple orgullo de saber.
EL ARGUMENTO.- La película nos va mostrando la conversión de un recién licenciado en medicina -en un Japón del siglo XIX aún por occidentalizar- que se ve asignado para sus prácticas clínicas, y contra su voluntad, a un pequeño hospital “de beneficencia” de un barrio marginal; algo alejado de sus aspiraciones, (llegar a ser rápidamente eminente autoridad en la materia).
Poco a poco aprehende el objetivo básico a partir del ejemplo de un maestro que va agrandándose ante él y ante nosotros. El doctor “barbarroja” parece de entrada alguien hosco y uraño, casi intratable, pero –nada que ver con el Dr House- poco a poco descubre que su fachada esconde una sensibilidad, una responsabilidad, una prudencia y, sobre todo, una entrega absoluta a las necesidades de sus enfermos. La película es un canto a la medicina como mirada integradora: quizá nunca pueda aplicarse mejor lo de bio-psico-social. La implicación en esta triple visión resulta explícita, pues hay ejemplos en estas tres vertientes.
ESCENAS.-La lección de acompañar a un moribundo en su agonía es impactante. También lo es la de comprender a una psicótica sin sucumbir ante ella, o la de atender la historia del enfermo como relato, como story y no solamente history (hay relatos insertados maravillosos, a veces también inquietantes). También resulta sorprendente (aunque quizás excesiva) la defensa del maltratado, que llega incluso a la violencia muy “samurai”.
COMENTARIOS FINALES.-Conviene advertir que se trata de cine japonés, y de 1965, algo ya muy ajeno a los jóvenes de hoy en cuanto a estética y lenguaje. Me dan miedo estos residentes que ni leen clásicos, ni van al teatro, ni al cine, o que sólo acuden a él para entretenimiento (que guste tanto el Dr House es una lección para algunos de nosostros que convendría analizar).
Pero vale la pena el esfuerzo: la excelentísima fotografía, ya desde los créditos, en un buen blanco y negro (el que quizás, con el rascacielos y la música de jazz, define al siglo XX), la calidad de los actores (sobre todo la de Mifune), el encuadre en un cinemascope perfecto, el movimiento sereno de la cámara o la música de cello envolvente. Como dice Borges, en ella “la belleza acecha”; y en este caso, en cada toma; también acecha la honestidad del guión, la solidez de los personajes y la llamada a ver la profesión en su necesidad primigenia, aquella que se basa en la filantropía antes que en la filotecnia, o que ve a esta última al servicio de aquella.
Hablaremos otro dia de otros films del autor: de Vivir, visto desde el lado del enfermo terminal. Pero también, desde otras culturas y formas estéticas (quizás más asequibles, aunque no más ricas) podamos ver muestras honestas del enfermar y cuidar.
Marc Antoni Broggi. Enero 2008.
COMENTARIO DE LIBROS.-
Marina JA. Las arquitecturas del deseo. Ed. Anagrama. Barcelona 2007.- Si ustedes se dan un paseo por las principales librerías de su ciudad, (en Barcelona: Alibri, La Central, Hogar del Libro, Laie, FNAC, Sanz y Abacus, por favor agradeceré que me identifiquen otras que desconozca), verán que JA Marina tiene siempre un rincón privilegiado, en competencia con Nietzsche y pocos más. Marina es un filósofo de la psicología con un estilo transparente, que hace fácil lo difícil, capaz de combinar el aforismo con una estructura diáfana de cada uno de sus libros. La productividad de Marina es envidiable, con pequeños altibajos normales en una producción tan amplia y dada a la luz en tan poco tiempo. El autor se excusa presentándose como un “ladrón de momentos”, pero sin duda nada de eso sería posible sin un plan de lectura tenaz, e incluso una forma de leer sistemática, posiblemente usando un sistema de fichas, o una prodigiosa memoria. Lo cierto es que sabe construir una metafísica de la evolución biológica y psicológica del ser humano, confiriendo a la inteligencia el atributo que mejor define nuestra especie. Su reflexión es por consiguiente antropológica, no solo psicológica. En este, su último libro, el lector percibe con claridad uno de los pedestales de esta metafísica, y que paso a resumir. El ser humano tiene por naturaleza no tener naturaleza. Su naturaleza consiste en desvincular el deseo de la acción, y en este paso nace la cultura. Somos animales de irrealidades, (Zubiri, ¿recuerdan?), porque planificamos lo que deseamos gracias al lenguaje. Ello nos configura como seres que nos movemos en tres estratos. Tenemos una personalidad matricial, (eso es, un temperamento), una personalidad dada, (su carácter), y una personalidad deseada, (su guión de vida). Sobre cada uno de estos estrato se generan deseos: deseos matriciales, (lo que nos pide el cuerpo), deseos derivados de la estructura emocional que hemos aprendido, y deseos “deseados”, por ejemplo ser músicos, o médicos, o hacernos ricos. Esos tres estratos nos dan tal versatilidad que estamos sujetos a una insaciabilidad del deseo. Queremos desear nuevas cosas, (por cierto, ¿no sería ese un ingrediente de la ilusión?, pero en este tema no entra el libro), y nos hemos embarcado en una carrera solo atemperada por religiones y filosofía estoicas. En cada uno de nosotros pulsa el afán de bienestar corporal, (nuestro ser matricial), afán de relaciones sociales, (nuestro ser emocional), y el afán de expandir las posibilidades de acción, (nuestro ser social). Pero una sociedad compuesta por seres tan deseantes, debe ordenarse de alguna manera: dando instrumentos para controlar los deseos matriciales, emocionales y normas para armonizar los deseos colectivos.
Rolando García. Sistemas complejos. Gedisa Edit. Barcelona 2006. He aquí, en esta ocasión, un libro que no os puedo recomendar. El autor nos recuerda en varias ocasiones sus publicaciones al lado de Piaget. Tan egregia compañía, empero, no logra que este libro coja altura. Si usted sabe algo de Teoría de Sistemas, y su deseo es profundizar en sus bases conceptuales actualizadas, o en la metodología del trabajo pluridisciplinar, no creo que encuentre en este libro ninguna idea que no supiera. Este comentario no prejuzga la valía de otras obras anteriores, que me consta.
F. Borrell
Continuamos con el tema de la empatía. En esta ocasión una interesante reflexión sobre la empatía entendida desde la vertiente conductual, (“gestos empáticos”), pero también como experiencia emocional genuina.