BOLETIN IATROS, NOVIEMBRE 2021.

• Carrère E. Yoga. Ed. Anagrama, Barna 2021

Parece que el proyecto inicial de Carrère era escribir un libro sobre su experiencia con el yoga, (más de 30 años de práctica). Sin embargo, desde mi punto de vista, el libro describe cómo el autor descubre que es un enfermo bipolar, y cómo reinterpreta su biografía a la luz de este descubrimiento. Se trata, por consiguiente, de un libro que deberían leer todos los residentes de psiquiatría, y también de otras especialidades que tratan de la salud mental, como enfermería, medicina de familia, trabajadores sociales…

Este proceso de relectura del propio trayecto vital resulta para mí de gran interés, pero el libro ofrece también una mirada ingenua y honesta sobre la meditación de tipo budista, las relaciones íntimas, y la amistad en general. No resulta fácil escribir sobre aspectos tan relevantes sin herir la sensibilidad o el amor propio de las personas que aparecen en sus páginas, y es en este punto que Carrère se muestra particularmente sensible. Sirva de ejemplo hasta qué punto sus relaciones familiares quedan obviadas. Sin duda le queda por escribir su libro más intenso y personal, aquel libro que resulta impublicable por impudoroso.

En todo caso Yoga es una reflexión profunda que transita en los parajes aledaños donde la memoria queda herida, pero no malherida. Recuerda hasta cierto punto el libro de James Rhodes, del que dimos noticia en su momento (1).

Las obras biográficas suelen tener un regusto narcisista que, a mi manera de ver, las hacen ingratas. En el caso que analizamos el autor es muy consciente de este rasgo, y se hace perdonar porque lo sitúa de manera explícita como un reto a superar. En absoluto Carrère trata de justificarse o hacerse perdonar por el lector. Más bien parece un ejercicio punitivo que exculpatorio.

El libro queda ambientado en tres escenarios: en un primer momento en un retiro de tipo budista presidido por un Gran Silencio. La crisis depresiva y su internamiento en un Hospital Psiquiátrico, que pone de manifiesto la enfermedad bipolar de base. Y finalmente una estancia en Grecia, donde convive con jóvenes refugiados.  Uno de los hilos conductores en los tres escenarios es la meditación.

¿En qué consiste meditar? ¿Mantenerse libre de pensamientos?, ¿controlarlos?, ¿ser consciente de ellos?… Carrère ofrece muchas definiciones de lo que es meditar, y cada una de ellas merecería una reflexión profunda. La primera resulta conmovedoramente sencilla: meditar es todo lo que ocurre durante el tiempo que estás inmóvil y en silencio. Cuando meamos y cagamos, se atreve a decir, también podemos meditar. Pero en seguida añade otras características: meditar es provocar que nazca en tu interior un testigo del torbellino de pensamientos, “sin permitir que te arrastren” (pág 287). Ello supone despegarte de tu identidad. Significa también ser tolerante con las tonterías que cruzan nuestra conciencia, aprender a tolerarnos o al menos a no enjuiciarnos a la ligera.

Este distanciamiento con uno mismo podría llevarnos a un desapego radical del mundo, algo muy valorado por el budismo. Cita Carrère (pág 148) la historia del asceta Sangamaji, del libro sagrado del budismo: Udana. Este monje, que había abandonado a su mujer e hijo, es visitado por su esposa que vive en una pobreza extrema, y que le implora ayuda. El monje, sin embargo, no se inmuta y prosigue su meditación. La mujer le deja entonces a su hijo que solloza desconsolado, y tampoco entonces el monje abandona su meditación. El Buda le felicita: “a este hombre yo le llamo un braman”, porque esta libre de todo lazo terrenal.

Para Carrère este tipo de desapego no es en absoluto deseable. Por el contrario, muestra simpatía hacia un joven que trataba de introducirse en este mundo y declaraba con total honestidad que en sus momentos de máxima concentración una sola cosa le venía reiteradamente a su mente. “¿Y cuál es esta cosa?”, le pregunta Carrère…. “¡Tetas!, ¡tetas!”

Como pueden apreciar los lectores esta visión descarada, de inteligente ingenuidad, viene a presidir el estilo del libro. Y uno no puede dejar de pensar que quizás la pasión del autor hacia la meditación se deba a un mecanismo de defensa ante los embates de excitación y depresión a los que su propia manera de ser le arrastraban. El mismo autor lo deja entrever, y describe de manera meticulosa y exacta en qué consiste la hipomanía, y cómo se adaptaba a ella, o de qué manera los estados hipomaníacos influían decisivamente en aspectos biográficos.

Quizás sea por esta razón que Carrère enfatiza aspectos de la meditación que facilitan  desapegarse de las fluctuaciones del pensamiento, hasta lograr minimizarlas e incluso eliminarlas. Al final la meditación también tiene que ser “encontrar en tu interior una zona secreta e irradiante en la que te sientes bien”. Vivir en el presente “y no contarte mas historias”. Y si meas y cagas, insiste Carrère, pues eso, mear y cagar pero nada mas, (pág 288).

El libro tiene muchos relatos en su interior del que destaco uno en particular. Carrère se encuentra en un Congreso de Escritores con su editor, que por cierto moriría poco después. El caso es que Paul, el editor, descubre que Carrère escribe sus libros tecleando con un solo dedo. Paul le insiste encarecidamente que aprenda a escribir con las dos manos, porque no solo es más práctico, sino que “escribirás de otra manera” (pág 295). Carrère le hace caso y toma clases de mecanografía. No nos informa del resultado final, ni tampoco de si su estilo cambia, pero si declara que esta forma de escribir “podría ser mi forma personal y definitiva de yoga” (pág 297). Y es que cualquier actividad realizada desde una consciencia trabajada resulta en un acto de meditación. Cuan diferente resulta una canción cantada o interpretada desde la rutina, a una canción interpretada desde una clara conciencia….  Y si usted, amigo lector,  tienen alguna duda, le recomendaría escuchar grabaciones de Alfredo Kraus, paradigma del recitativo consciente (2).

Francesc Borrell

Sant Pere de ribes

1. James Rhodes. Instrumental. Memorias de música, medicina y locura. Blackie Books. Barna 2017 (8ª edición).
2. Alfredo Kraus. Teatro Real de Madrid el día 5 de abril del año 1984. https://youtu.be/wS_FD4or9Ic

• Innerarity D. Pandemocracia. Una filosofía de la crisis del coronavirus. Galaxia Gutenberg. Barna 2020.

Innerarity es catedrático de filosofía de la política y un reconocido autor en el panorama español. El libro que comentamos viene a ser una recopilación de artículos aparecidos en 2020, y por consiguiente cuando aún faltaban unos 8 a 12 meses para reconocer el éxito de la vacunación masiva. Para Innerarity la crisis del coronavirus es una oportunidad para reflexionar acerca de la toma de decisiones en un mundo cada vez más globalizado, cómo aprendemos en una sociedad con tantas perspectivas y aristas, y en qué sentido puede esta crisis dejar una huella.

El libro parte de la siguiente idea: “Se da la paradoja de que un riesgo que nos iguala a todos revela al mismo tiempo lo desiguales que somos, provoca otras desigualdades y pone a prueba nuestras democracias” (pág.25).

Comprender el funcionamiento de nuestra sociedad ya es en sí mismo complicado, (posiblemente no haya ningún ser humano que pueda hacerlo, si atendemos a los continuados fracasos que acumulan los gobiernos occidentales), y hacerlo en condiciones de crisis, (como es la pandemia), aún lo dificulta más. Por ello los gobiernos han tratado de comprenderla “por causas individuales en vez de por condiciones sistémicas” (pág.40).  Y en relación a la pandemia ha sido “un gran error de concepto  calificarla como una guerra, con una loable intención de mantenernos atentos y favorecer loa disciplina, pero también hasta el extremo ridículo de designar un culpable ejército de virus extranjeros, como hizo Trump”, (pág 40). Por no hablar de las teorías conspiranoicas.

Pero lo cierto es que nos movemos en sociedades complejas y entornos de alta incertidumbre, y solo empezamos a entendernos si admitimos nuestra ignorancia.

“En las sociedades actuales nuestro desconocimiento obedece, en cambio, a la ininteligibilidad de un mundo de interdependencias, al exceso de información y ruido, al carácter abierto y deslimitado de la realidad, al aumento de la extrañeza en nuestra vida cotidiana, al comportamiento imprevisible de nuestras tecnologías y sus posibles impactos, a la amenaza que somos para nosotros mismos, cuando producimos agregaciones fatales, como el pánico o la euforia destructivas”. (pág. 43). Un terreno abonado para colapsólogos y fans del pensamiento positivo.

Ahora bien, hay tres cosas que los populistas, (que tanta tajada han sacado de la crisis), detestan: “el saber experto, las instituciones y la comunidad global”, (pág 51). Las tres han salido reforzadas. Pero en un contexto de incerteza surgen muchas perspectivas e intereses contrapuestos, de manera que las sociedades occidentales se ven impelidas a actuar “como si estuvieran unidas, sabiendo que no lo están” (pág.62). Tenemos la suerte y la desgracia de vivir “en varios mundos a la vez”, nuestra propia vida es compleja, pero no nos exime de tomar decisiones que deben favorecer el bien común. Es ahí donde la política se hace autónoma del saber experto, un saber que debe estar presente pero que no puede ni debe imponer decisiones a la política. Ésta aparece como” el punto de vista de todos los puntos de vista”, el denominador común donde confluyen la mayor parte de intereses, o donde se preservan mejor los valores considerados mas importantes. Esto, desde luego, no exime de la presencia de tensiones (pág.66). Una de ellas: la diferente perspectiva entre jóvenes y viejos, entre salvar vidas o salvar la economía…. En este caso el peso electoral de la población madura, frente a la mas joven, ha sido determinante (pág. 68).  

Innerarity discrepa abiertamente de la teoría de Agamben, a saber, la pandemia como excusa para dirigir las sociedades democráticas a una suerte de estado de excepción, (pág 75). También de Sloterdijk, que visualiza la pandemia como mecanismo para caer en una dictadura “médico-colectivista” a lo chino. Las democracias, para Innerarity,  pueden salir airosas y ser tan eficaces como los regímenes autoritarios, asevera. Y en parte los hechos le han dado la razón. La ocultación de datos, como ha sido el caso de China, puede ser un “presagio de futuras debilidades”, (pág 80). Por otro lado “un régimen puede disponer de toda la información que le proporcionan los big data y estar mal informado” (pág. 81).

En cuanto a la expectativa de que esta crisis represente un “salto adelante”, un aprendizaje forzado pero exitoso, para nuestra sociedad, Innerarity nos recuerda que también puede ser hacia atrás. Nada garantiza que aprendamos, pero las sociedades democráticas tenemos la ventaja de poder debatir en libertad, y en este debate nadie debe quedar ninguneado, (por ejemplo, nos advierte, por el hecho de calificarlo “de escépticos conservadores”, pág 85).

Un área que ha suscitado muchos ríos de tinta es el aprendizaje de una nueva intimidad, un descubrimiento del “self”.  “La idea de que los seres humanos descubrimos quiénes somos cuando estamos solos suena muy bien, pero es poco realista; ese encuentro consigo mismo lo realizamos en las distintas formas de dispersión que nos ofrece la vida moderna y haciendo cosas diversas (en el trabajo, en el ocio, viajando….); donde nos perdemos a nosotros mismos es en la monotonía y la limitación” (pág 90).

Y apostilla:

“Cuando todo el mundo dice que vamos a revalorizar la familia o el espacio de la intimidad, yo me atrevería a presagiar lo contrario: que vamos a apreciar la distancia. No sabemos (y tal vez lo descubramos ahora) hasta qué punto una sociedad como la nuestra se enriquece del hecho de que no vivamos en círculos sociales estrechos. La escuela es la primera institución que permite que los contactos sociales no se reduzcan a la propia familia (…) y nos abre a la diversidad y el contraste” (pág 91).

Inneararity no es filósofo que caiga en estereotipos o buenismos. Y donde el bonismo ataca, él acostumbra a defender. Por ejemplo, en relación a la teoría de que todo lo que  nos ocurre es fruto de una globalización atroz, o una sociedad desalmada. Afirma: “Uno de los aprendizajes de la crisis habría de ser lo mucho que le debemos a esa sociedad diferenciada, que tan mala prensa tiene como lugar de estrés y competencia” (pág 92)

“Los medios de comunicación recogen con frecuencia opiniones de retórica libertaria, dibujando así un marco mental que puede resultar gratificante para un grupo amplio de personas de ideología diversa: a quienes están pensando únicamente en libertades económicas, a cuántos desean sustraerse reaccionariamente de las conquistas comunes y a intelectuales que, habiendo evolucionado hacia posiciones cada vez mas conservadoras, conectan así con su anarquismo juvenil.” (pág 100).

Nuestro autor contrapone el concepto liberal de libertad, entendida como experiencia personal, a la concepción republicana, que “no se reduce a limitar las interferencias de los otros sobre la proipa libertad, sino que gravita sobre el modo de integrar la propia libertad con la libertad e los otros” (103) Y en esta concepción si tienen sentido las políticas de identidad, por ejemplo las de género. No deja de sorprenderle los nuevos defensores de la libertad a ultranza:

“Era previsible que una crisis de las actuales dimensiones provocara grandes convulsiones, pero nadie podía adivinar que en el barrio de Salamanca reclamaran libertad golpeando una señal de tráfico con un palo de golf y los antisistema exigieran orden y obediencia a la autoridad” (pág 98).

Finalmente Innerarity se preocupa por las oportunidades de aprendizaje colectivo, y apuesta por aprendizajes sostenibles, lo que equivale a renunciar al riesgo cero:

“Lo que podemos aprender ahora de aquello es que las campañas que promueven la total eliminación del riesgo son oportunidades perdidas para promover un comportamiento de riesgo bajo, que es lo sostenible en el tiempo”.  (pág 109).

Por desgracia aprender en situaciones de crisis no es nada fácil: “Los aprendizajes que hay que realizar en entornos de gran complejidad son especialmente difíciles debido, al menos, a dos causas: a nuestra irresistible tendencia a moralizar y a la imposibilidad de aprender de la experiencia pasada.”

Por ello hay que desconfiar de soluciones mágicas o dirigidas mas al lucimiento de determinadas personas que a una verdadera reflexión:

“Hay mucha gente señalando lo que todos deberíamos aprender de esta crisis y que casualmente coincide con lo que ellos ya sabían desde hace tiempo (…) Y en el tono de muchas críticas hacia los políticos, por justificadas que puedan estar, hay una arrogancia implícita que es la peor disposición para el aprendizaje: acusamos sobre el supuesto de que sabemos que ellos sabían y no querían”.

En todo caso este aprendizaje debería ser “de sistema complejo”, es decir, de interrelación de muchos saberes y muchos intereses a menudo contrapuestos. En realidad tenemos retos a la altura de la sociedad que hemos creado: interrelacionada, compleja, y nada fácil de dirigir ni cohesionar políticamente… siempre a un paso del abismo.

Pablo Oliveras

Murciá