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INDICE.-
Noticias.- Curso sobre Prevención Cuaternaria en Pediatría
Comentario de libros.- Diamond J. Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Valcárcel A. Memoria y perdón.
Webs de interés.- Seguridad del paciente.
Artículo comentado.- Valdecantos A. Emociones responsables
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Noticias.-
Curso sobre Prevención Cuaternaria en Pediatría 29-30 Noviembre,2013. Organiza el Comité de Bioética de la AEP
Programa
Carmen Martínez González.
Coordinadora del comité de Bioética de la AEP
Comentario de libros.-
Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen
Diamond, Jared M. (1937- )
ISBN 13: 978-84-8306-648-5 ISBN 10: 84-8306-648-3
Jared Diamond, un exitoso autor de temas a caballo entre la Geografía , la Biología Evolucionista y la Antropología , publicó en 2005 “Collapse”, un ensayo que se cuestiona por qué algunas sociedades perduran y otras desaparecen. Existe una traducción al castellano, de 2010.
Según Diamond, existen cinco factores que influyen en la pervivencia de las sociedades humanas:
1- El daño causado en el medio ambiente, el ecosistema humano, por la sociedad, de forma imperceptible, o al menos no percibida directamente mientras se está produciendo.
2- Los cambios climáticos, que han venido dándose a lo largo de la historia del planeta de forma natural.
3- La existencia de vecinos hostiles.
5- La respuesta de la sociedad humana ante las dificultades que encuentra, ya sean ambientales, sociales, comerciales o militares.
Diamond repasa diversas sociedades desaparecidas o que experimentaron una trágica decadencia, como los pueblos nativos del oeste de los EEUU, los pobladores originales de Pascua y de otras islas del Pacífico, los mayas, y muy especialmente, los vikingos noruegos asentados durante siglos en Groenlandia. Tras ello se detiene en sociedades contemporáneas en crisis o potencialmente expuestas a catástrofes (Ruanda, Haití, China, Australia) y concluye avizorando el futuro y transmitiendo una visión prudentemente optimista de lo que nos depara a la sociedad humana globalizada del siglo XXI, el primer momento en la historia de la Humanidad en el que puede decirse que estamos expuestos a un colapso global, pero, al mismo tiempo, que disponemos del conocimiento y las herramientas para contrarrestarlo.
Merece la pena detenerse en la triste y trágica saga de los noruegos en el Atlántico Norte para analizar la importancia de los cinco factores descritos por Diamond. A partir del siglo IX los vikingos colonizaron Islandia, una isla que sufrió, y sigue sufriendo, las consecuencias de la errónea importación de las prácticas ganaderas y agrícolas que los noruegos habían conseguido asentar en islas previamente colonizadas, como las Shetland, cuya latitud, comparable a la de Noruega, permitía la subsistencia de la sociedad y la sostenibilidad ecológica del entorno, algo que no era viable en Islandia por sus condiciones climáticas, geográficas y geológicas.
Más aun, los noruegos cruzaron el Atlántico y visitaron y poblaron su orilla occidental 500 años antes del viaje de Colón. Se establecieron en Groenlandia, llegaron a la isla de Baffin, Terranova e incluso a la costa de Norteamérica (Vinland), expedición de la que da cuenta una saga que describe un encuentro violento con la población local, en la que los vikingos acabaron con la práctica totalidad de sus contrincantes. En algún momento, no mucho después, los nativos, aparentemente, expulsaron a los noruegos, que dejaron sus asentamientos apresuradamente, según demuestra Diamond.
La ubicación más consistente y duradera en la orilla “americana” del Atlántico fue en dos asentamientos en la costa noroccidental separados por centenares de kilómetros. La referencia histórica a estas dos ubicaciones como “oriental” y “occidental”, cuando ambas se encuentran al oeste, dificultó a arqueólogos e historiadores su localización durante siglos. Los noruegos se las ingeniaron para vivir allí casi cinco siglos, con una organización social rígida, en torno a granjas poderosas y opulentas en relación con el resto de la población. Llegaron a tener una catedral en Garöar, en el asentamiento “oriental”, con obispos enviados desde Europa, con la que comerciaron, exportando marfil procedente de las morsas que cazaban cerca del asentamiento más septentrional, e importando de ella metales y objetos relacionados con la práctica religiosa (vidrieras, vino).
Ruinas Catedral Gardar |
La vida en
Con el avance de la Edad Media la sociedad noruega del otro lado del Atlántico se colapsó hasta desaparecer hacia mediados del siglo XV. Diamond explora las causas posibles de esa tragedia desde su esquema de cinco factores:
1. La afección del medio ambiente. En particular, la desaparición de los árboles por la sobreexplotación para construcción de casas y barcos, fabricación de turba o simplemente para obtener calor a través de la combustión. El crecimiento vegetal en Groenlandia es lento, por sus condiciones climáticas y lumínicas, por lo que los árboles talados no pudieron ser reemplazados por nuevos ejemplares al ritmo en que desaparecían. También se deterioró el suelo, que perdió sus cualidades nutritivas para la vegetación natural o para los cultivos, a causa de prácticas agrarias y ganaderas (en particular, la por la cabaña ovina), combinadas con la erosión y las condiciones climáticas
2. En la Baja Edad Media se produjo un cambio climático en el Hemisferio Norte, la llamada pequeña Edad de Hielo, que hizo que las condiciones de vida y de supervivencia fueran más duras en Groenlandia. El hielo y la nieve bloquearon rutas naturales para la navegación, incluso las entradas a los fiordos en cuyos extremos se asentaban las comunidades noruegas.
3. Los vecinos hostiles fueron los Inuit, actuales pobladores nativos del extremo norte de América. Los inuit llegaron tardíamente a Groenlandia, después que los noruegos, pero estaban mucho mejor equipados para la supervivencia en un medio tan hostil, con utensilios de caza y pesca más oportunos, depurados por siglos de desplazamiento gradual hacia el este en territorios subárticos. Además, los inuit llegaron a Groenlandia en plena decadencia de los vikingos, y su encuentro no pudo ser amistoso.
4. La pérdida de contacto con vecinos amistosos, utilizando el concepto de vecino más desde un punto de vista cultural que geográfico sería en el caso de Groenlandia la pérdida de vínculos con sus parientes escandinavos. A ello contribuyó que la pequeña Edad de Hielo pobló de icebergs el Atlántico Norte, complicando enormemente la navegación. Asimismo, la apertura de vías comerciales hacia el sur permitió que Europa pudiera acceder a marfil africano procedente de la caza de elefantes, lo que hizo que el valor del marfil de las morsas groenlandesas perdiera valor e interés comercial. En los primeros veinte años del siglo XV solo hay referencia a dos barcos llegados a Groenlandia, lo que da idea del enorme, peligroso y trágico aislamiento de la sociedad noruega establecida en la isla.
J. Diamond |
5. Por último, Diamond argumenta que los noruegos groenlandeses manejaron sus dificultades de una manera muy poco eficaz. Hemos hecho referencia al nulo aporte proteico procedente del pescado, que Diamond conjetura tendría una base cultural o un matiz de tabú; en las durísimas condiciones a las que se vieron expuestos a lo largo de la historia de la colonia despreciar el pescado como fuente de proteínas o calorías no parece la mejor de las elecciones. Por otra parte, los noruegos de Groenlandia se consideraban por encima de todo europeos. Se mantuvieron firmes en sus tradiciones, su religión y sus costumbres, con una firmeza que les impidió innovar y explorar formas de subsistencia alternativas y muy especialmente replicar e incorporar los modos y la tecnología de los inuit en la caza y la navegación. Mención aparte merecen el sistema de impuestos y recaudaciones ejercidos por señores y obispos, que empobrecieron a amplias capas de la población, que llegado el momento de mayor penuria debieron refugiarse en grandes granjas en condiciones de servidumbre extrema que posiblemente generaron una gran conflictividad social.
Ruinas Iglesia noruega de Hvlasey |
Muy posiblemente por efecto y combinación de estos cinco factores, la Groenlandia noruega se colapsó hasta el punto de que no hay referencia a ningún superviviente. Al margen de la trágica saga que podría componerse con su historia, desde la perspectiva de la sociedad globalizada y tecnológicamente evolucionada de nuestros días, su triste experiencia debe ser motivo de compasión y fuente de enseñanza para el futuro.
Como colofón, Diamond identifica ocho actuaciones modificables que han contribuido a lo largo de la historia a la ruina de las sociedades. El conocimiento de estos errores puede ayudarnos a los humanos globalizados del XXI a detener el proceso de colapso de nuestra sociedad y nuestra especie:
1. La deforestación y la destrucción del hábitat
2. Los problemas de suelo (erosión, salinización y reducción por ello de la fertilidad y productividad)
3. Los problemas y errores en la gestión del agua (escasez, contaminación, tratamiento de aguas residuales)
4. Sobreexplotación de la caza
5. Sobreexplotación de la pesca
6. La introducción de especies animales y vegetales invasoras que generan desequilibrios ecológicos catastróficos, ya sea de forma voluntaria (como los conejos o zorros en Australia) o involuntaria (las ratas y gatos que llegaron a islas del Pacífico a bordo de los barcos europeos).
7. El crecimiento demográfico extremo
8. El crecimiento de la huella ecológica o impacto per cápita sobre el entorno de las sociedades humanas.
Rúbrica Iatrós.-
Jared Diamond. Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen
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Concepto
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Puntuación sobre 10
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Comentarios
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Interés
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La relación del ser humano con su medio es interactiva. Las variaciones en el clima y las repercusiones de la actividad humana sobre el entorno determinan el éxito de las comunidades humanas. Aprender de los éxitos y fracasos del pasado puede ayudarnos a afrontar el futuro desde el conocimiento histórico – ecológico
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¿Volverías a leerlo?
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5
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El libro, como todos los de su autor, es en ocasiones redundante, por lo que a pesar de su interés, si uno desea releerlo tiene que saber de antemano qué partes son reiterativas
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¿Realiza aportaciones significativas?
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8
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Las diferentes culturas e ideologías pueden contribuir al fracaso y extinción de las sociedades
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Juan Medrano
Bilbao
Valcárcel A. Memoria y perdón. Herder. Barna 2010.
El tema del perdón no puede ser mas importante para un filósofo de vocación moral como es Amelia Valcarcel, discípula, como ella misma nos recuerda, de Castilla del Pino, pero amiga también de Sánchez Ferlosio. Este último publicó un artículo, “La señal de Caín”, un artículo seminal en el que defendía un tipo de falta que por su gravedad no podía prescribir, una falta que se situaba mas allá del perdón. Por lo que nos cuenta Amelia fueron varias las ocasiones en la que Sánchez Ferlosio solicitó a Amelia su opinión sobre el artículo, sin obtener respuesta de la autora, que ahora se resarce con este libro.
Amelia Valcárcel |
No se refiere Amelia a cualquier tipo de perdón porque, tal como advierte, le interesa el perdón de aquellas faltas que persisten en la memoria de las gentes. El tema es de nuestro interés pues entra de lleno en uno de los campos de la victimología.
Amelia Valcárcel (AV) apunta un primer período de la Humanidad en la que no hay perdón, sino justicia conmutativa. El ojo por ojo, diente por diente, escondía aspectos mas sórdidos, como el hijo por hijo, o la esposa por esposa, etc. No cabe perdón, quizás clemencia, una clemencia que imparten los poderosos en contadas ocasiones. De manera parecida los dioses de vez en cuando también perdonan, son perdones que se justifican para salvar a todo un pueblo, o fundar una dinastía, perdones “fundantes”.
Una forma de perdón habitual es el olvido. El perdón supone olvido, pero el mero olvido no supone perdón. El perdón, nos recuerda, es un acto positivo, es la aplicación de una voluntad, y para ello se tiene que tener la posibilidad de vengarse. Quien no puede apelar a la justicia, o no tiene la fuerza o la posibilidad de resarcirse, no puede perdonar. O si lo hace es un gesto retórico, un situarse simbólicamente por encima del que ofende co la esperanza de que alguien se lo crea, (¿él mismo?). En todo caso, nos dice AV, “el perdón no es justo, porque la justicia es “dar a cada uno lo suyo”. Pertenece a un orden y a un mundo distintos del mundo conmutativo de la justicia, eso sí, siempre que sea incondicionado. Olvidar, por el contrario, es humano. Entre perdonar y olvidar existe relación, solo que el perfecto perdón implica el olvido del agravio, mientras que olvidar simplemente no significa que el perdón haya ocurrido sino de un modo defectivo.” (pág 58).
Pero una vida sin perdón sería una vida marcada por los agravios, una mala vida. Por eso el perdón actúa en beneficio de la víctima y el agresor. Sin embargo para hacerlo posible se requiere de arrepentimiento. Este punto me parece muy interesante ya que en ocasiones quien ofende quisiera el perdón, pero le avergüenza o humilla mostrarse arrepentido. La consecuencia es funesta para ambos, pues el perdón actuaría como un poderoso normalizador de sus vidas. La resistencia a expresar arrepentimiento puede anclar estas vidas en la desdicha del rencor o del remordimiento.
La sociedad por consiguiente se ha visto impulsada a perdonar y las religiones ayudan a ello. De la primitiva venganza hemos pasado a la justicia conmutativa, y ahora aparece históricamente el perdón condicionado a la justicia divina. AV cita a Pablo de Tarso: “no os venguéis vosotros mismos, mas bien da lugar al castigo de Dios, porque está escrito: mia es la venganza, Yo pagaré, dice el Señor” (pág. 68). El perdón, entendido asi, es un paréntesis para un ajuste en el más allá.
Sin embargo en otros pasajes evangélicos aparece el perdón incondicional: en Mateo 21 Jesús advierte que solo podemos esperar el perdón de Dios si nosotros mismos antes no hemos perdonado a quienes nos han ofendido. Se produce aquí una curiosa permuta de protagonistas en relación a la tradición del Iom Kipur. Esta festividad judía no celebra la expiación de los pecados cometidos contra el prójimo salvo que la parte agraviada “haya sido apaciguada y haya aceptado perdonar al autor de la mala acción” (pág. 44 nota a pie de página). Es decir, Dios perdona si antes el ofendido perdona. Para Jesús Dios perdona si antes nosotros hemos perdonado. La diferencia es sutil pero relevante, porque en el segundo caso yo puedo darme por perdonado sin haberme humillado a quien he ofendido, solo ante Dios.
El mundo actual, sin embargo no tiene confianza en esta justicia divina. El perdón aparece mas como una conducta necesaria motivada desde el egoísmo: en nuestro círculo de personas a las que tratamos de manera cotidiana nos sale a cuenta perdonar para mantener los vínculos. Mal iríamos si aplicáramos una ley del 50/50, mejor aplicar una ley por la que doy mas de lo que recibo para asegurarme los vínculos de amistad con esta docena de personas a las que he decidido amar (y no muchas mas, nos recuerda la etología). ¿Y qué ocurre entonces con aquellas faltas gravísimas contra lesa humanidad?
En este caso el olvido trivializa el horror (pág. 82) Hay un deber de no olvidar. El Iom Kipur, vuelve a recordarnos AV, pone en paz al judío con el judío, pero no al pueblo judío con los protagonistas del Holocausto. Esta fiesta viene a decirle al judío: “te perdono porque te necesito puro cerca de mi”. ¿Y entonces, cómo cobrar las deudas que no prescriben, las que decidimos que no vamos a olvidar?
Podríamos exigir arrepentimiento para acto seguido perdonar. Sería un perdón que Derrida calificaba de “impuro”, pues en el fondo cumple la conmutación de una carga de culpa por la humillación de reconocer la falta. Podemos aplicar también un perdón “puro”, un perdón que me libera de la carga psicológica de recordar y odiar, un perdón sin contrapartida alguna. Podemos en fin empecatar a todo un pueblo, a toda la humanidad, en una línea de pesimismo antropológico y quizás, en su extremo, a un cierto odio al ser humano, misantropía. El perdón se nos hace necesario si deseamos un ideal de pureza, o si la simple idea de pureza está culturalmente presente. Se nos hace necesario para evitar que nuestros hijos hereden la semilla de un odio estructural que llevará a las explosiones de ira tan bien descritas por Sloterdijk (ver en este blog “Ira y tiempo”).
La teología que ha funcionado hasta nuestros días había encontrado una ecuación por la que el mal se cancelaba con penas de infierno eterno. Pero hoy en día los teólogos ya no creen en el infierno, nos advierte AV, por lo que caemos de lleno en las paradojas de un mal que no podemos cancelar: “si castigamos, el mal quedará pagado, limpio; podrá de nuevo presentarse. Si perdonamos sin condiciones, el mal sonreirá cínico desde su patencia de inatacado, inasequible al desaliento. Si lo olvidamos, renacerá. Si lo recordamos en demasía, se trivializará. ¿En qué clase de mundo nos introduce el perdón?” (la itálica pertenece al texto citado de AV, pág. 107).
Existen dos respuestas polares. El perdón incondicional, que AV llama el perdón del Gólgota, y la clemencia de quien no perdona nunca y ejerce como norma la justicia vengadora, salvo en situaciones excepcionales en las que otorga clemencia, actos que pueden en ocasiones ser “perdones fundantes” que entre otras cosas sean cortafuegos para la malevolencia. También cabe minimizar el mal no como estrategia, pero no para justificarlo, sino para evitar odiar al hombre. Esta sería la posición de antropólogos que ven en nuestra agresividad la marca del primate depredador.
En el mundo actual “histórico” ya no valen los mitos que cancelaban grandes matanzas ajustando cuentas en otros mundos o en futuros mas que hipotéticos. Ahora se impone una contabilidad que no prescribe. Pero cuando la cuenta se hace muy larga aparece un perdón por cansancio, un tipo de perdón que puede conducir a hacer las paces, sí, pero también a perdones que son ventanas para que entre el cinismo a raudales. Hay que desconfiar de los perdones mal administrados, nos advierte AV. En el fondo estamos ventilando otra cuestión de envergadura: nuestras convicciones morales y el hacerlas prevalecer. Y en esta pugna quizás perdone quien no debiera, añado yo: el débil o el perezoso cargado de buenas razones que no sabe o quiere defender.
En un mundo globalizado, concluye AV, se necesita la imagen de un perdón inicial, fundante, que cancele deudas, pero este perdón tiene que administrarlo alguna instancia que esté invicta y ejerza suficiente autoridad. Si en un futuro podemos confiar en una instancia de este tipo, a los humanos “nos volverán a salir las cuentas”. De lo contrario nos desbordará la misantropía, el odio hacia los humanos, o en el otro extremo la desgana moral, la falta de sentido moral, (del que el cinismo sería una derivada).
Francesc Borrell
Sant Pere de Ribes, Barcelona.
Postdata.- lea el lector interesado en este tema la reseña que hacemos del artículo de A. Valdecantos en la sección de “comentarios de artículos” sobre emociones morales.
Rúbrica Iatrós.
Valcárcel A. Memoria y perdón. Herder. Barna 2010.
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Concepto
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Puntuación sobre 10
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Comentarios
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Interés
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El perdón es uno de los pilares de los llamados sentimientos morales; su estudio cae de lleno en la victimología
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¿Volverías a leerlo?
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Hay libros que por la profundidad del redactado hacen necesaria una segunda lectura para su comprensión. Este sería uno de ellos.
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¿Realiza aportaciones significativas?
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Aunque no hay una tesis estrictamente original y muchos interrogantes quedan sin resolver, la autora consigue un libro vibrante, honesto y sintético.
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Webs de interés.-
Este sitio WEB, al que nos introducen Carlos Aibar Remón y Jesús María Aranaz Andrés, reúne en un solo curso muchos materiales sobre seguridad del paciente y prevención de efectos adversos relacionados con la asistencia sanitaria. Ambos autores señalan que, aprovechando las ventajas que brindan las nuevas tecnologías de la comunicación, han elegido una estructura no dogmática ni magistral que pueda ser utilizada por profesionales con responsabilidades académicas y formativas y por quienes entienden el autoaprendizaje continuo como un quehacer diario de su profesión.
En toda una declaración de principios, indican que han intentado no despegarse de lo cotidiano, de aquello que cualquier día puede observarse en un hospital o en un centro de salud. Consideran que el riesgo, el peligro y la incertidumbre son inherentes a la práctica clínica y a la atención sanitaria y que las claves para realizar una práctica clínica más segura son la aplicación del mejor conocimiento disponible, la prudencia y la perseverancia: «Equivocarse es humano, pero si algo positivo tiene el error es la oportunidad de aprender y de rectificar».
Juan Medrano
Mabel Marijuán
Bilbao
Artículo comentado.-
Valdecantos A. Emociones responsables. Isegorias, (2001), 25: 63-90. Accesible en:
El propósito de este Boletín es conducir la reflexión de los profesionales que estamos en el campo de la Salud a los grandes temas del siglo XXI, pero también destacar a los pensadores latinoamericanos y dar a conocer sus aportaciones. En este sentido no podía faltar a nuestra selección Antonio Valdecantos, catedrático de Filosofía Moral en la Universidad Carlos III desde 2008. El artículo que nos ocupa fue publicado en Isegorias, una revista que el lector tiene en abierto y que recomendamos encarecidamente.
El hilo argumental del artículo es que la indignación es una emoción de estirpe moral que escapa, sin embargo, a la regla de oro de la moralidad, a saber, la regla de que una vez el daño se ha resarcido se cancela la deuda. En este sentido la responsabilidad moral de odinario “ tiene tres rasgos: la exigencia de responder con razones, la obligación de resarcir por el daño causado y la cancelación de dicha responsabilidad una vez efectuada la reparación” (pág 63). A esa lógica escapa la indignación.
En la primer parte del artículo Valdecantos apuesta por una génesis de la responsabilidad moral posterior al concepto de justicia:
Sería erróneo pensar que la responsabilidad de Caín es la más prístina y originaria y que de ella se desgajaron las distintas aberraciones que conocemos bajo las distintas especies vigentes de responsabilidad. No: el asunto fue más bien al revés; lo originario fue la responsabilidad penitenciaria, retributiva y contable, y la que merece el adjetivo de «moral» constituyó una desviación suya 56. Para la manera habitual de contar las cosas, la moral vino antes que el derecho y éste constituye un refinamiento y una explicitación de lo que en la moral prejurídica estaba sin desbastar y meramente implícito.
Esta concepción de lo moral tiene importantes consecuencias, porque, cmo nos advierte el autor: “El progreso moral es, según este esquema, la conversión paulatina de lo implícito en explícito (dejando, eso sí, ámbitos aparte a modo de parques naturales protegidos: lo familiar, lo privado o lo íntimo, y lo que se llama, no se sabe por qué, «mundos de la vida» pertenecen a esos ámbitos que pueden quedar libres de norma explícita). Pero esta noción de lo moral es una hechura fraudulenta del patrón juridicista, para el cual es moral lo que todavía no es derecho o lo que no necesita serlo. No es que el derecho —o la moralidad juriforme— sea el perfeccionamiento de una previa moral originaria. Lo que ocurre es lo contrario o algo semejante a lo contrario; aquello a lo que más merece la pena llamar «moral» es a las anomalías de los sistemas normativos realmente existentes. La moral que vale la pena es una rareza imprevista en el orden normal de las cosas. Para la responsabilidad moral ortodoxa no queda nada después de la reparación; para la responsabilidad moral anómala, lo que queda es todo o, al menos, queda lo único que moralmente importa. Ese residuo moral no puede reciclarse, porque es inasimilable a las nociones retribucionarias. Seguirá eternamente, como la señal de Caín. En la responsabilidad, lo específicamente moral es eso que no puede asimilarse a otra cosa”.
Antonio Valdecantos |
La segunda parte del artículo está dedicada al análisis pormenorizado de la indignación, una emoción que recordará el lector, puso de moda S. Hessel con “¡Indignaos!”, y que el lector interesado puede descargarse en abierto. Dejaremos a la curiosidad de nuestros lectores esta parte del trabajo de Valdecantos, no sin antes reproducir el pie de página relativo a Sánchez Ferlosio, y que comenta Borrell mas arriba en este mismo boletín, (Memoria y perdón de A. Valcárcel). Se refiere Valdecantos así al artículo seminal de Sánchez Ferlosio, quien, recordémoslo, remarcaba en la relectura del mito bíblico la sagacidad de descubrir penas que no son prescriptibles, y a la vez elevar a una instancia superior la acción punitiva, (y por tanto orillar la simple venganza). “Alguien podría tener la tentación de vengar a Abel matando a Caín, y entonces el fratricida, por haber pagado ya su crimen y lavado su culpa, quedaría sin lugar a dudas exento de toda responsabilidad. Pero Yahvé no quiere consentir ni el trueque de la vida de Abel por la de Caín ni el fin de la culpa de éste; Caín llevará encima una señal que lo declarará intocable y quien lo mate recibirá un castigo siete veces mayor que la culpa”.
Y he aquí el pie de página que nos ofrece Valdecantos relativo al artículo de Ferlosio: “ «La señal de Caín», en El alma y la vergüenza, Barcelona, Destino, 2000, pp. 87-124. El artículo apareció originariamente en Claves de razón práctica, 64, 1996. Puede verse un comentario de Victoria Camps («Sobre el derecho y la moral. Apostilla a Rafael Sánchez Ferlosio») en el núm. 66 de la misma revista (pp. 76-77). Quien quiera aclararse un poco sobre la responsabilidad, sacará más provecho del episodio de la señal de Caín tal como lo interpreta Ferlosio que de los millares de páginas de derecho moralizante y ética juriforme proporcionados por la bibliografía al uso”.
La Redacción.-
VIDEO COMENTADO.-
Son muchos los profesionales de la salud que han abierto un blog o portal para comunicarse con pacientes o comunidades profesionales. En este vídeo encontraréis muchas sugerencias.
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