CÍRCULO DE CIBERLECTURA
ÍNDICE
Noticias.- XVI Congreso Bioética
Comentario de libros. Vivir éticamente. El Guion.
Webs de interés.- 80.000 Hours.
Autor comentado. Benjamin Labatut
Vídeo recomendado.- Inteligencia Artificial en Servicios de Salud.
NOTICIAS
XVI Congreso Nacional de Bioética
BIOÉTICA Y COMPLEJIDAD. 23-25 de mayo de 2024. Cartagena, Murcia.
Mas información: https://www.asociacionbioetica.com/
COMENTARIO DE LIBROS
Singer P. «Vivir éticamente. Cómo el altruismo eficaz nos hace mejores personas». Paidós. Barcelona. 2017
Peter Singer nos ofrece en este libro su visión personal de cómo uno puede hacerse mejor persona a través de lo que denomina altruismo eficaz. O, dicho de otro modo, vivir éticamente, como reza en el título del libro.
La propuesta del autor es francamente arriesgada pues pretende dar respuesta a la vieja idea aristotélica de dar pleno sentido a nuestras vidas y hallar plena satisfacción en lo que hacemos para alcanzar la felicidad, como meta de nuestra realización humana. Para ello nos propone ser altruistas de manera eficaz, es decir, utilizando la razón como método para que nuestra generosidad alcance al mayor número de seres humanos y animales no humanos.
Para Peter Singer el altruismo efectivo “demuestra que podemos ampliar nuestro horizonte moral, llegar a tomar decisiones basadas en la generosidad de amplio alcance y usar nuestra razón para valorar las probables consecuencias de nuestras acciones. En este sentido, nos permite albergar esperanzas de que las próximas generaciones serán capaces de hacer frente a la responsabilidad ética de una nueva era en la que nuestros problemas serán de ámbito global y no sólo local.”
Ahora bien, para alcanzar esa felicidad personal, que no resta en nada el acto altruista, nos dice que sería necesario vivir modestamente y donar parte de nuestros ingresos; conocer que organizaciones son las que de manera más efectiva van a utilizar nuestras donaciones, elegir una carrera con la que puedas ganar más dinero, no para nadar en la abundancia, sino para poder donar más dinero a necesidades reales de la sociedad a nivel planetario, donar una parte de tu cuerpo para beneficio de una necesidad vital…
En definitiva, ser bondadoso y generoso con el resto de la humanidad, pero no por un sentimiento o emoción que nos obligase a la ayuda al prójimo, sino a través de una razón que maximice el beneficio de nuestras acciones, prácticamente de una manera matemática y que nuestro altruismo no se pierda, por malas gestiones, corrupciones etc. o simplemente por no elegir la opción adecuada desde el punto de vista de algo tan utilitarista como buscar el mayor bien de nuestros actos, para que estos puedan ser considerados correctos desde un punto de vista ético.
Pero cómo elegir las mejores acciones para mejorar el mundo y con ello sentirse más feliz. Y se pregunta el autor: ¿Qué se considera el máximo bien? Y añado yo ¿Y para quién? ¿Quién juzga qué es el máximo bien? Nos pregunta: ¿Cuenta igual el sufrimiento de cualquier persona? ¿Cuánto es suficiente para nuestras vidas? A esta última pregunta se refiere a las palabras de Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio donde decía: “Hay que decirlo una vez más; lo superfluo de los países ricos debe servir a los países pobres. La regla que antiguamente valía en favor de los más cercanos debe aplicarse hoy a la totalidad de las necesidades del mundo”
A lo largo del libro va desarrollando estás y otras preguntas desde el punto de vista de lo que el autor denomina “un movimiento filosófico y social que atiende a los hechos probados y a la razón para determinar las formas más efectivas de lograr un mundo mejor” y en ningún momento pretende que el altruista efectivo sufra o pase restricciones que no desea, sino todo lo contrario, se trata de buscar la felicidad desde un punto moral, pues si podemos evitar el daño donde quiera que sea debemos tratar de evitarlo, o bien, hacer todo el bien que podamos y aquí es donde encontramos lo más novedoso de su propuesta y es que nos habla de nos pocas asociaciones encargadas de rentabilizar al máximo el dinero que se dona para buenas causas. Nombres como Giving What We Can, Give Well, The Life You Can Save, GiveDirectly o 80.000 Hours que se trata de una metaonegé que se dedica a evaluar o promover otras onegés, etc. En definitiva, toda una red de beneficencia encargada de que no se mal utilicen las donaciones de los altruistas, que debería pasar a ser altruistas efectivos.
Uno de los capítulos del libro se pregunta si para ser altruista efectivo ¿Todo lo que necesitamos es amor? O dicho de otra manera ¿Qué motiva a un altruista efectivo? Y se pregunta Singer ¿Es tal vez el amor universal lo que mueve a los altruistas efectivos? Y el propio autor es consciente y conocedor de dicha dificultad y nos aporta las conocidas palabras de Hume: “No existe una pasión en el espíritu humano que consista en el amor al género humano meramente como tal, independiente de las cualidades personales, servicios o relación con nosotros”. O bien, algunos autores evolucionistas quienes como De Waal nos dice “con carácter universal los seres humanos tratan a los extraños mucho peor que a los miembros de su comunidad; de hecho las normas morales apenas parecen aplicarse a los que están fuera de ésta”.
Así pues, seguimos con la pregunta abierta sobre qué motivaciones puede tener un altruismo efectivo. Porque, como dice el autor, tal vez no sea el amor, la motivación, ni tan siquiera la empatía, pues sabemos que la empatía emocional es más fuerte cuando somos capaces de identificarnos con el individuo y vernos reflejados en él. Y nos aporta una cita de Bloom, que sí parece encontrar una primera motivación: “Nuestra mayor esperanza de futuro no es conseguir que la gente considere que toda la humanidad es su familia, eso es imposible. Estriba, más bien, en una apreciación del hecho de que, aunque no empaticemos con desconocidos de tierras lejanas, sus vidas valen tanto como la de nuestros seres queridos.” Y en segundo lugar sigue apelando al argumento fuerte del libro: los altruistas efectivos tienen en cuenta los números, el mayor beneficio y esto obedece a la razón y no a la empatía.
Cree Singer que, al contrario de lo que pensaba Hume, la razón no es una simple esclava de las pasiones. Al modificar y redirigir nuestras pasiones, la razón puede desempeñar un papel crucial en el proceso que nos lleva a actuar conforme a la ética […] a vivir éticamente. […] Si de paso nos hace capaces de comprender que el bien de otros es, desde un punto de vista más universal, tan importante como nuestro propio bien, ya tenemos la explicación de porqué los altruistas efectivos actúan de acuerdo con esos principios.
Otra explicación puede estar en la autoestima, que como bien es conocido es un componente de la felicidad. Singer reflexiona sobre lo que el filósofo canadiense Richard Keshen ha desarrollado sobre el concepto de autoestima razonable, pues para Singer encaja especialmente bien con la mentalidad de los altruistas efectivos. Para Keshen “Una persona razonable procura que sus convicciones sean coherentes con aquellas evidencias y valores que no den pie a críticas razonables por parte de los demás. Con eso Keshen se anticipa a la idea de Thomas Scanlon de que son decisiones éticas sensatas aquellas que los demás no pueden razonablemente rechazar. Está claro que esto deja abierta la cuestión de qué valores son razonables, pero lo serán como mínimos aquellos que no estén influidos por juicios tendenciosos y por tanto puedan ser defendidos ante otros. Ser una persona razonable significa formar parte de una larga tradición de pensadores, que se remonta a Aristóteles, que apelaba a la razón y la argumentación y no a la autoridad o a la fe. Para la persona razonable, la autoestima debe fundarse en los hechos y valores razonables”. […] “Lo más esencial de la vida ética de una persona es, según Keshen el reconocimiento de que los demás son como nosotros y por tanto, en algún sentido, sus vidas y bienestar importan tanto como los nuestros.” […] “El fundamento más sólido para la autoestima es vivir una vida ética en la que uno contribuye en la mayor medida posible a hacer del mundo un sitio mejor”.
La felicidad para el altruista efectivo está en aumentar el bienestar de los demás.
Juan Carlos Hernández Clemente
Madrid, 2023
McKee R. «El Guion. Sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones». Ed. albaMinus. Barna 2011.
Vivimos en la gran época de la narrativa. Nunca se había publicado tanto ni, tampoco, se había producido tantos cortos, series, largometrajes, podcasts, anuncios… El lector actual, en sentido lato, es un experto en narraciones. En los primeros minutos de una película puede acertar a conocer el desarrollo y final. Eso puede llevarle a una fatiga de narración. Un comentario en este sentido sería: “veo pocas series, pruebo el primer capítulo, quizás el segundo, pero me aburren y prefiero leer, escuchar música…”
¿Cómo hacer de una narración una experiencia memorable? Este es el propósito de este libro, considerado por muchos “La Biblia” de los guionistas, (especialmente de cine). ¿Y por qué nos interesa en este blog dar noticia de un libro que lleva ya muchos años en las alacenas de las librerías, pero que es objeto de reediciones constantes? Porque en sus páginas encontramos una visión realista y honesta de la naturaleza humana. McKee no se anda con rodeos, no idealiza al ser humano, mucho menos al espectador, y le pone el listón muy alto al guionista: “o te adaptas a cierto esquema universal y ahistórico del arte de narrar, o acepta que tu obra se dirige a un público minoritario”. Esta trama “universal” la llama “arquitrama”.
Aunque el libro tiene por objetivo la mejora del guion de películas, encontramos resonancias que lo hacen de lectura apropiada para narradores e incluso músicos. ¿Músicos? En efecto, casi todas las recomendaciones de McKee pueden trasladarse a la música. Para decirlos con sus propias palabras:
“Una historia bellamente narrada es una unidad sinfónica en la que la estructura, el entorno, el personaje, el género y la idea se funden sin costuras. Para encontrar su armonía, el escritor debe estudiar los elementos de la historia como si fueran instrumentos de una orquesta, primero por separado y después como los componentes del concierto”.
Voy a intentar ordenar las principales ideas de McKee para lograr una buena “arquitrama”, en los siguientes puntos:
1.-¿Tienes una idea que te seduce para narrarla? A eso McKee le llama “incidente incitador”, lo que va a motivarnos a escribir. Craso error ponerse directamente a narrar. Antes hay que hacer un guion, un diseño. Rehacerlo una y cien veces, porque, como decía Hemingway, “los primeros borradores son siempre una mierda”:
“De todo el esfuerzo creativo representado en una obra acabada, el setenta y cinco por ciento o más de la tarea de un escritor consiste en diseñar la historia. ¿Quiénes son esos personajes? ¿Qué quieren? ¿Por qué lo desean? ¿Qué hacen para conseguirlo? ¿Qué les detiene? ¿Cuáles son las consecuencias? Nuestra inconmensurable tarea creativa consiste en responder a esas imponentes preguntas y darles forma de narración”.
2.-A partir del incidente incitador hay que desarrollar una trama: ¿qué va a pasar? Sin detalles, lo que puede resumirse en 200 palabras máximo. Por ejemplo: “un paciente con Esclerosis Lateral Amiotrófica solicita eutanasia y se le concede, pero realiza una petición peculiar: quiere morir mientras duerme, sin enterarse de que en efecto va a morir”. Bien, tenemos el incidente, pero…. ¿dónde establecemos el conflicto y el clímax? ¿Cómo vamos a resolverlo? Hasta que no respondamos a estas preguntas no tenemos la trama. Una trama se compone del incidente, conflicto, clímax y resolución:
“CLÍMAX NARRATIVO: Una narración está formada por una serie de actos que se desarrollan hasta alcanzar un clímax del último acto, o un clímax narrativo que conlleva un cambio completo e irreversible”.
3.- En este momento de diseñar la trama nuestro principal enemigo es el estereotipo o cliché. Si por falta de imaginación hacemos “lo previsible”, los protagonistas actúan sin sorprenderse a sí mismo, y confirmamos lo buenos que son, cuánto aman a sus seres queridos, etc., etc., vaciamos de contenido e interés la trama. Seguramente de estas narraciones hay muchas, ¿para qué un lector o espectador va a querer perder su valioso tiempo en nuestra creación?
“Los clichés son la base de la insatisfacción del público, y como una plaga se difunden a través de la ignorancia, y llegan a afectar, como en la actualidad, a lodos los medios narrativos. Con demasiada frecuencia cerramos novelas o salimos de un cine aburridos por un final obvio desde el principio, desanimados porque ya antes habíamos visto esas escenas y personajes cargados de clichés. El motivo de esta epidemia mundial es sencillo y claro: El guionista no conoce el mundo en el que se desarrolla su historia”.Nos advierte McKee. Y añade:
“Los protagonistas descubren las costuras de la naturaleza humana porque arriesgan, se contradicen, mienten, traicionan, descubren facetas de sí mismos que les sorprenden y asustan. Solo si somos capaces de soportar la tensión de que nuestros protagonistas traicionen nuestros valores, escribiremos alguna página interesante.
Crear una TRAMA significa navegar por las peligrosas aguas de un relato, y al enfrentarnos a una docena de direcciones diferentes, elegir la ruta correcta. L trama será la elección que haga el guionista de los acontecimientos y del diseño temporal en que los enmarque.
Pero de nuevo nos preguntamos: ¿qué incluir? ¿Qué excluir? ¿Qué poner antes y qué después? Se deben tomar decisiones acerca de los acontecimientos; el guionista puede elegir bien o mal, pero el resultado de su elección será la trama.
Por ello resulta importante diseñar al protagonista como ser humano que se equivoca, duda, quiere ser bueno y no lo consigue, etc…”
Y aún añade:
“El VERDADERO CARÁCTER (se refiere al protagonista) se desvela a través de las opciones que elige cada ser humano bajo presión: cuanto mayor sea la presión, más profunda será la revelación y más adecuada resultará la elección que hagamos de la naturaleza esencial del personaje. Y no solo eso. A lo largo de la narración el personaje debe cambiar (…) Llevemos ese principio aún más lejos: una buena escritura
no sólo revela la verdadera personalidad, sino que gira o altera esa misma naturaleza interna, para bien o para mal, a lo largo de la narración”.
Hemos de tener en cuenta, en este punto, que McKee se refiere sobre todo al guion cinematográfico. La novela permite mayor libertad, el cuento breve exige síntesis, sustancia… Pero si nos referimos a las películas, tendremos muy en cuenta que no todos los personajes exigen la misma profundidad:
“La relativa complejidad del personaje ha de adaptarse al género. La acción/aventura y la farsa exigen personajes sencillos, porque una mayor complejidad nos distraería de las hazañas o escollos indispensables en esos géneros. Los relatos sobre conflictos internos, las tramas educativas o de redención, requieren personajes complejos, ya que la simplicidad nos robaría la perspectiva interna de la naturaleza humana, lo que constituye uno de los requisitos de esos géneros”.
4.- Nuestro guion y narración debe tener singularidad, es decir, debe describir el mundo interior o exterior, o ambos, de tal manera que un lego, un inexperto, alguien sin talento, o un desconocedor del mundo en que se mueven los protagonistas, sería incapaz de narrar. Muchas novelas y series se miran por la singularidad del mundo que el guionista sabe emular y mostrar. Viceversa: cuando una serie pongamos policíaca se basa exclusivamente en persecuciones y tiros, se arriesga a un fracaso comercial. Digamos de paso que este aspecto lo trata muy bien Charon, (ver Boletín de Febrero 2012, “Narrative Medicine”).
5.- Una vez tenemos trama, y nos apoyamos en un conocimiento profundo del mundo de los protagonistas, de sus respectivas intimidades, flaquezas, de los resortes desconocidos para el gran público del mundo de las finanzas, si la trama va de negocios, o de cómo funciona un quirófano, si va de médicos…. Aún no nos pondremos a escribir. De la trama pasaremos a estructurar las escenas:
La ESTRUCTURA es una selección de acontecimientos extraídos de las narraciones de las vidas de los personajes, que se componen para crear una secuencia estratégica que produzca emociones específicas y expresen una visión concreta del mundo. (…)
Cada escena debe tener un interés “per se” y un interés enmarcado en la trama general. Pueden surgir conflictos secundarios, pero hay que cuidar el conflicto principal. Si se pierde el hilo argumental, perdemos al lector, al espectador.
En este punto yo me atrevería a decir que emergen de nuevo con fuerza los estereotipos. En ocasiones el autor se percata de que incurre en clichés, pero los acpeta porque busca lo que he llamado “el síndrome del aplauso”. Tiene la expectativa de que manteniendo este estereotipo ganará audiencia. O incluso mas habitual: proporciona un final conveniente, a la moda, satisfaciente…. Es decir, no se atreve a que el “malo” no lo sea tanto, o viceversa, o a dar un giro a su guion que deje boquiabierto al espectador.
6.- Vamos a suponer que tenemos trama y también las escenas que desarrollan un conflicto y lo conducen a un clímax. McKee nos advierte de varios aspectos importantes:
-Cada escena debe tener “gestos”, acciones, que le doten de interés. Las escenas meramente explicativas son aburridas y denotan una falta de pericia.
-El clímax principal debe situarse hacia el final.
-Si queremos un guion compensado, las diferentes escenas deben tener un equilibrio entre valencias positivas y negativas. Si todo es negativo, (al protagonista se le muere la hija, luego la pareja, pierde el trabajo, etc.), el espectador o lector abandonará la obra porque su propia vida ya le resulta muy complicada como para soportar otra de similar o peor. Todos tenemos derecho a una esperanza, aunque sea ficticia.
-La resolución del clímax es esencial, porque toda la obra lleva a una tensión que el lector o espectador deberán descargar. La resolución no forzosamente debe ser positiva, pero sí tiene que sorprender y a la vez gustar. Y debe ser coherente con la lógica interna del relato. No podemos permitirnos un “ex machina”.
-El conjunto de escenas deben seguir una lógica coherente y consistente. Las reglas de esta realidad ficcional las marca el narrador, pero una vez establecidas las reglas, hay que respetarlas.
¿Podemos ya ponernos a escribir? Cuidado, si antes podemos dejar leer el guion a una persona con criterio, mejor. En caso contrario consultaremos con la almohada, nos “desenamoraremos” de nuestra propia obra, y volveremos a leerla como si se tratara de un guion escrito por otra persona. ¿Pasas este filtro? Pues entonces, adelante, nos ponemos a escribir.
El escritor ya tiene un esquema potente en sus manos, pero ahora debe desatar su talento narrativo, el poder de su escritura, que dará auténtica vida a los protagonistas. Es indudable que se producirán novedades imprevistas, aspectos de los personajes que no habíamos considerado, y estas sorpresas, (para el propio creador), deberán tenerse seriamente en cuenta. Aunque nos de pereza deberemos ir “hacia atrás” y rehacer nuestro guion. Este es quizás el aspecto más importante de todo lo que venimos diciendo: la posibilidad de reacomodar el conjunto de la trama a lo que emerge por lógica, por coherencia, por consistencia, del desarrollo que estamos dando al guion.
Entonces, ¿no era mejor y más cómodo empezar escribiendo y sobre la marcha hacer el guion? Puede ser una manera de trabajar, pero vamos a perder complejidad. Estas novedades que surgen por coherencia y por creatividad, surgen porque tenemos una fuerte trama de base, porque nos hemos documentado, porque tenemos toda la historia en la cabeza y somos capaces de manipularla desde esta complejidad. Y esto no se logra si empezamos directamente escribiendo.
El escritor, el guionista, el músico, cultivan su mundo interno y encuentran en el cultivo de sus percepciones el material genuino que trasladarán de variadas maneras. En palabras de McKee:
“Hay que amar los sueños, el placer de dejarse llevar tranquilamente por la maginación con el único objetivo de ver hasta dónde nos lleva, y dejarse fascinar por el humor y alegrarse por esa gracia salvadora que nos devuelve el equilibrio en la vida. Es necesario, además, sentir el lenguaje, deleitarse en el sonido y en el significado, en la sintaxis y en la semántica. Hay que percibir la dualidad, las contradicciones ocultas de la vida, sospechar de forma sana que las cosas no son lo que parecen. Se debe aspirar a la perfección, sentir la pasión de escribir y revisar en busca del momento perfecto. Buscar lo singular, sentir la emoción de la audacia y presentar un rostro de pétrea calma ante el ridículo”.
Quizás el consejo más difícil de seguir sea este último: mantener la calma frente al ridículo. Algo que no es exclusivo del creador: también el deportista, el político, el profesional, están expuestos a ello. Pero será la persistencia y el aprender de los errores lo que dará el fuste necesario para el éxito ulterior.
Francesc Borrell
Sant Pere de Ribes
WEBS DE INTERÉS
40 años de vida laboral representan estas 80.000 horas que anuncian el título del portal. Dos jóvenes insatisfechos con su proyección profesional protagonizan esta oferta: asesorar a otros jóvenes para que den un sentido social y altruista a sus carreras. Y pagando sus facturas, por supuesto. Presentan este portal de Internet de la siguiente manera:
“Durante 10 años de investigación junto con académicos de Oxford, hemos hablado con cientos de expertos, leído toda la literatura relevante que pudimos encontrar y realizado nuestros propios análisis del impacto de diferentes trayectorias y estrategias profesionales.
Descubrimos que hay muchas maneras en que debemos repensar las carreras de impacto social. Por ejemplo:
• Si mucha gente ya trabaja en un tema, las mejores oportunidades ya se habrán aprovechado, lo que hace que sea más difícil contribuir. Pero eso significa que los temas más populares en los que trabajar, como la salud y la educación en EE.UU. o el Reino Unido, probablemente no sean aquellos en los que se pueda hacer el mayor bien: para tener un gran impacto, es necesario encontrar algo no convencional.
• Nuestra generación enfrenta problemas que podrían afectar todo el futuro de la civilización (!), como amenazas existenciales de nuevas pandemias o la creación de una IA más inteligente que la humana (en la que hemos estado recomendando que la gente trabaje desde 2014), pero la gente Quienes quieren hacer el bien rara vez trabajan en estos temas.
• No es necesario trabajar en una organización benéfica para marcar la diferencia. Las vías indirectas para ayudar (como comunicar ideas, realizar investigaciones o donar a organizaciones eficaces) a menudo pueden ser igual (o incluso más) efectivas; mientras que, al mismo tiempo, muchas organizaciones benéficas no tienen mucho impacto.
Estos descubrimientos significan que la cuestión de cuál es la mejor manera de desarrollar su carrera es incluso más importante de lo que pensábamos al principio”.
En este portal web vais a encontrar podcast, artículos e incluso regalan un libro. Pero además también ofrecen un asesoramiento personalizado.
Pablo Oliveras
Murcia.
AUTOR COMENTADO
Benjamin Labatut, (Rotterdam 1980, en la foto), es chileno, aunque ha vivido en diferentes ciudades europeas y sudamericanas. Estudió periodismo en la Universidad Pontificia de Chile. A pesar de su juventud tiene en su haber varios libros interesantes, entre históricos y metafísicos. Su interés por la ciencia le lleva a novelar la vida azarosa de grandes pensadores. En “un verdor terrible” desfilan Fritz Haber, Alexander Grothendieck, Albert Einstein, Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg o Niehls Bohr. Destacaría de este libro la vibrante prosa de Labatut que enhebra las biografías de estos gigantes, para recorrer el difícil alumbramiento de la física cuántica. La pugna entre Heisenberg y Schrödinger galvaniza la parte central del libro. Es dudoso que los hechos dramáticamente relatados sean fiel reflejo de la realidad, pero sin duda el nacimiento del principio de incertidumbre, y de la ecuación de función de onda, llevan al lector a cierto paroxismo. No resulta fácil capturar de esta manera la atención, sobre todo si la temática es tan críptica como resulta ser la física cuántica.
“Un verde terrible” ha merecido diversos premios internacionales. Su otro libro, MANIAC, no le va a la zaga. El libro “Un verde terrible”, se inicia cuando Paul Ehrenfest, físico austriaco y amigo íntimo de Einstein, acabó con la vida de su propio hijo antes de suicidarse. Estamos en 1933, con el Partido Nazi ocupando los resortes de poder y amenazando a las minorías, a los judíos y a los discapacitados. Este era el caso del hijo de Ehrenfest, afectado de síndrome de Down. Paul prefirió acabar con la vida de su hijo y la suya propia antes de vivir el tormento que se avecinaba.
Pero desde mi punto de vista hay dos momentos de gran brillantez del libro, cuando narra el nacimiento del principio de indeterminación de Heisenberg, y la ecuación de Schrödinger. “Si non e vero, e ben trovato”…
MANIAC es el título que le consolida como eficaz escritor. El comienzo es menos cautivador que “un verde terrible”, pero el final es muy sólido. Toda la primera parte del libro la dedica Labatut a describir la personalidad de von Neumann con el telón de fondo de la creación de la bomba atómica en Los Álamos. Nada de lo que refiere contradice la película “Oppenheimer”. Labatut añade algunas anécdotas curiosas pero representativas. Una de ellas es que el personal de Los Álamos organizó una porra que premiaba al que se aproximara más a adivinar la equivalencia en TNT del primer prototipo de bomba atómica que se hizo estallar en el desierto. Es curiosa la afirmación de que la mayor parte de físicos de Los Álamos apostaran por “cero”, es decir, que la mayoría apostara en el sentido de que la bomba no llegaría a estallar. También me pareció notable la presencia de “calculadoras” humanas, mujeres especializadas en realizar cálculos matemáticos serializados, algo que levantó la curiosidad de von Neumann. A von Neumann le pareció notable la manera de organizar las habilidades de estas mujeres, a mi me parece notable que la mayor parte de calculadoras humanas, tanto en los Álamos como posteriormente en la NASA, fueran mujeres. Bueno, el caso es que nuestro personaje deambulaba por los barracones de Los Álamos como una estrella del ajedrez:
Durante todo ese tiempo fuimos la envidia de Los Alamos, porque todos querian su opinión. Su tiempo valia oro, y casi no hubo un departamento que no se beneficiara de su intelecto. Cuando llegaba la noticia de que nos iba a visitar, todos preparaban sus pizarras con los problemas más dificiles en que estaban trabajando, y él iba de sala en sala, resolviéndolos uno a uno, casi sin esfuerzo. Me parece que esa facilidad de pensamiento también tenía su lado oscuro. Una falta de ponderación que nunca vi en otros hombres de ese calibre. Recuerdo una vez que salimos a dar un paseo juntos por el desierto y me dio un consejo que todavía me atormenta: «¿Sabes que no tienes por qué ser responsable del mundo en el que estás?». Me lo dijo sonriendo, lleno de confianza.
Labatut nos pinta un von Neumann aniñado, caprichoso, incoherente, en fin, muy al estilo “Asperger”, diríamos ahora. Aunque Einstein y Johnny von Neumann se conocían y admiraban, tenían valores éticos muy diferentes:
Se admiraban mutuamente, de eso no cabe duda, pero Johnny se reía de la seriedad de Albert, y su quieta dignidad de sumo sacerdote de la ciencia le parecía una broma. Siempre lo imitaba -pésimamente, se reía de su pacifismo e incluso se mofaba de su ropa a sus espaldas; cada vez que veíamos un vagabundo en la calle, me decía, «Oh, ese pobre Albert». Einstein pensaba que Johnny era infantil y nihilista, y lo consideraba un verdadero peligro. Una vez me comentó que Johnny se estaba convirtiendo rápidamente en «un arma matemática». Yo se lo dije a mi esposo durante una de nuestras muchas peleas, se lo eché en cara para tratar de herirlo, pero a Johnny, por supuesto, le encantó su nuevo sobrenombre, y no dejó de comentarlo con sus amigos, que gracias a Dios se negaron a adoptarlo.
Acostumbramos a pensar que los físicos judíos fueron los grandes protagonistas de la física del siglo XX. En realidad, como apunta Labatut, eran los marcianos:
Nosotros, los marcianos, jugamos un rol desproporcionado en el programa nuclear estadounidense. Así nos llamaban tras el chiste que hizo Fermi cuando le preguntaron si los extraterrestres eran reales: «Claro que lo son, y ya viven entre nosotros. Solo que se llaman húngaros». Les parecíamos alienígenas. Y quizá lo fuéramos. ¿Cómo es posible que un país tan pequeño rodeado, como lo estaba, por enemigos en todos sus flancos, y dividido entre imperios rivales- produjera tantos científicos extraordinarios en tan poco tiempo? A Leo Szilard se le ocurrió la idea de la reacción en cadena que nos llevó a la bomba atómica mientras cruzaba una calle en Londres, en 1933, y luego patentó el primer reactor nuclear; von Kármán era un virtuoso del vuelo supersónico y de la propulsión a cohetes, por eso fue clave para el desarrollo de los misiles balísticos intercontinentales; yo mismo lideré el equipo que diseñó los reactores necesarios para convertir uranio en plutonio enriquecido apto para armas nucleares, y Teller tiene la dudosa distinción (que no carece de fundamento, pero que ha sido enormemente exagerada) de ser considerado como el padre de aquel Dios de la Muerte Destructor de Mundos, la bomba de hidrógeno. Por todo aquello, Jancsi el más alienígena de nosotros- inventó su propio apodo sardónico para referirse a nuestro grupo: los jinetes húngaros del Apocalipsis. Él creía que los fabulosos logros intelectuales de nuestro país no eran producto de la historia, del azar o de cualquier tipo de iniciativa pública, sino debido a algo más extraño y fundamental: una presión ejercida sobre toda la sociedad
La segunda parte del libro lo destina Labatut a relatar el nacimiento de la Inteligencia Artificial, y el giro copernicano que registró con el Deep Mind y Alpha Go. Las páginas en las que describe el duelo entre Alpha Go y Lee Sedol resultan brillantes y cautivadoras. En un cierto momento uno de los protagonistas imagina que una de estas Inteligencias Artificiales capaces de autoreplicarse, fuera capaz de cruzar sistemas solares e irse expandiendo por la galaxia:
Es escalofriante pensar en qué podrían llegar a convertirse. ¿Cuán lejos se desviarían de su programación original durante el largo viaje por la expansión ilimitada del espacio y el tiempo? ¿Optarían por asentarse en un solo planeta y vivir allí en paz? ¿Se volverían apáticas y dubitativas? ¿Entrarían en pánico? ¿Vagarían sin rumbo ni sentido? ¿O acaso existe la posibilidad de que se convirtiesen en criaturas tan voraces como nosotros? Un enjambre descomunal que consume todo lo que encuentra en su camino, con los circuitos saturados por deseos, objetivos e intenciones que superan el simple afán de descubrimiento. Y qué pasaría si decidiesen dar la vuelta y regresar a la Tierra, deshaciendo el viaje de millones de años para exigir de sus crueles y ausentes progenitores el perdón de sus muchos pecados, y una respuesta a la pregunta que también nos tortura a nosotros: ¿Por qué? ¿Por qué las creamos para abandonarlas después? ¿Por qué las enviamos a la oscuridad? Aunque estos futuros son fantasiosos y quiméricos, plantean preguntas interesantes. ¿Somos responsables de las cosas que inventamos? ¿Estamos atados a ellas por la misma cadena que parece vincular todas las acciones humanas? Para bien o para mal, las sondas de von Neumann permanecen fuera de nuestro alcance. Crearlas requiere gigantescos saltos en miniaturización, inteligencia artificial y mecanismos de impulso. Pero no podemos desestimar el hecho de que, cuando las criaturas de nuestra imaginación empiecen a tomar forma en el mundo real, habremos llegado a un momento histórico que cambiará nuestra relación con la tecnología, porque ya no solo tendremos que construirlas, sino también cuidar de ellas.
Y es que los humanos hasta ahora habíamos creado máquinas, robots… pero con la IA hemos creado entes, unos entes que pueden llegar a tener conciencia de sí mismo, y quizás incluso, valores morales. Este va a ser precisamente el tema del vídeo que os proponemos en este Boletín de enero 2024. ¡Feliz Año!.
Pablo Oliveras
Murcia
VIDEO RECOMENDADO
Inteligencia Artificial aplicada a los Servicios de Salud
Estamos en ciernes de una gran revolución, la revolución de la Inteligencia Artificial generativa. ¿Qué significa este término? Por inteligencia acostumbramos a denominar la facultad de solucionar problemas. Eso implica comprender dicho problema, comprender lo que se le pide al agente inteligente, y luego, dar una respuesta apropiada. Hemos verificado que eso es justamente lo que pueden hacer, y hacen las Inteligencias Artificiales.
En estas jornadas celebradas en el Departament de Sanitat de la Generalitat de Catalunya, ponentes de gran prestigio analizan lo que es la IA generativa, sus aplicaciones en medicina, la reciente legislación aprobada en Europa y los retos sociales, éticos y personales que asumimos.
Uno de los ponentes, Ignasi Fuentes, resume en la siguiente diapositiva las preguntas que deberán tener respuesta en un futuro.
Uno de los aspectos más perturbadores es que ignoramos como hacen lo que hacen. Las IA generativas están preparadas para formar un texto con significado, pero no se las preparó para traducir a otra lengua, cosa que hacen a la perfección, ni para comentar un texto, o transformarlo para que sea inteligible a un niño de 10 años. El ChatGPT5 puede configurar un menú para la cena a partir de proporcionarle una foto de nuestra nevera mostrando los alimentos que guardamos. ¿Cómo aprenden las IA generativas? Un ejemplo: las IA generativas pueden deducir cómo una proteína se pliega en 3D, lo que facilita la creación de nuevas dianas terapéuticas. Otras IA son capaces de predecir, por la trama de la mamografía, el riesgo de tener cáncer de mama dentro de 3 ó 5 años.
Las IA más potentes quedan en manos de grandes corporaciones, las cuales entrenan estas IA con grandes cantidades de datos. El proceso es muy caro, y aún lo sería más si pagaran derechos de autor por las bases de datos con las que entrenan a las IA. La falta de transparencia nos deja al pairo de un futuro que miramos con esperanza y también algo de miedo.
Si leemos con atención el libro de Labatut, MANIAC, veremos que Deep Mind en su versión Alpha Go, fue entrenado para tener dos capas de razonamiento. La primera capa era algo así como el “sentido común”, las reglas básicas del Go (Go es un juego chino de tipo estrategia, de alta complejidad). Sobre esta capa el aparato realizó millones de simulaciones que le proporcionaron una idea del valor de cada jugada, en función del contexto, (de como estaban situadas las piezas en el tablero). A esta segunda capa se le denominó “de valor”. Los informáticos podían ver las estimaciones de valor que la máquina realizaba mientras competía contra Lee Sedol. Por consiguiente, resulta posible entrar en la “caja negra” de las redes neurales, aunque no resulta fácil. Sobre todo no resulta fácil deducir el por qué de determinadas decisiones que toma la máquina, muchas de ellas correctas, pero otras desafortunadas e incluso infantiles. Por ahí tenemos una de las fronteras del conocimiento humano en esta materia, un avance sin precedentes que transformará nuestra propia naturaleza humana.
La Redacción.