CÍRCULO DE CIBERLECTURA
- ÍNDICE
Noticias.- XXXII Congreso de Comunicación y Salud.
Comentario de libros.- Libros esenciales sobre la naturaleza humana.
Webs de interés.- Bill Gates Notes
Artículo comentado.- La vacunación obligatoria COVID a profesionales de la salud
Vídeo recomendado.- Cómo usar ChatGPT
NOTICIAS
*XXXII Congreso de Comunicación y Salud de Zaragoza.
Puedes descargarte la Conferencia de Clausura de Francesc Borrell, Sara Davies y Ana Sobrino, “Madurar, privilegio de la vida”, así como algunos artículos relacionados, en este link:
http://seguridadclinica.blogspot.com/
COMENTARIO DE LIBROS
Libros esenciales sobre la naturaleza humana
Leer mucho es también olvidar mucho. Siempre queda de un libro un “déjà vu”, un recuerdo que puede emerger espontáneamente en una conversación. Pero por desgracia nuestra memoria es frágil, y lo que hemos aprendido en una lectura presurosa puede desaparecer sin dejar rastro. Por ello resulta importante, de vez en cuando, hacer ejercicios de síntesis. En realidad, solo podemos decir que “sabemos” sobre algo cuando somos capaces de explicarlo a una tercera persona. Y por lo mismo, solo podemos decir que hemos aprendido algo cuando somos capaces de aplicarlo.
Los libros sesudos y de generosas páginas pueden darnos la impresión de que solo están al alcance de unas pocas personas. Por mi parte vamos a trabajar sobre dos premisas opuestas:
- las ideas “fuertes” de cualquier libro son relativamente pocas. Caben -por lo general- en un buen artículo de 20 páginas.
- Y la segunda premisa sería que muchos libros repiten las ideas de libros anteriores, libros seminales que abren perspectivas u horizontes novedosos.
Estos libros seminales son los importantes, y cabe leerlos para aprehenderlos, para desmenuzar hasta donde nos sea posible los modelos subyacentes, las afirmaciones arriesgadas, los argumentos falaces… Pero sobre todo aquellas visiones del mundo que nos aproximan a una mejor comprensión de nuestro entorno y nuestras vidas. El lector interesado puede consultar aquí mi método de lectura.
¿Cuáles serían, desde mi punto de vista, los diez libros que uno no puede perderse, en lo que concierne a “la naturaleza humana”?
El concepto de “naturaleza humana” es escurridizo. Para Ortega y Gasset el ser humano no tiene una naturaleza específica, sino una historia evolutiva. EO Wilson apunta justamente en la dirección opuesta: existe un sustrato biológico ineluctable pero no inefable, eso es, no podemos evitarlo, pero podemos alcanzar a entenderlo. En la misma línea Marvin Harris, fundador de la antropología social, no se anda con remilgos a la hora de mostrarnos la cara más dura de nuestra especie. Pero esta visión naturalista hemos de contrastarla con otras perspectivas, y, en este sentido, mi selección considera la mirada económica, filosófica y narrativa, (sin olvidar el buen humor).
Sin más preámbulos he aquí nuestra selección:
- Harris, Marvin.- Nuestra especie.
- Wilson, E.O. Sobre la naturaleza humana
- Smith, Adam. Teoría del sentimiento moral
- Harari, Yuval. Sapiens
- Marías, Julián. Antropología metafísica.
- Camps, Victoria. El gobierno de las emociones.
- Steiner, George. Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento.
- Marías Julián. Breve tratado de la ilusión.
- Watzlawick Paul. El Arte de amargarse la vida.
- Carrère Emmanuel. Yoga.
Bastantes de estos libros tienen un resumen en las páginas del Boletín Iatros. Si está interesado pulse los links que incluye el listado. Por ello, más que repetir o intentar resumirlos, me parece más interesante citar literalmente algún o algunos párrafos que capturen ideas “fuerza” de autores o libros que no hemos aún considerado en nuestras páginas. Y, a efectos de brevedad, voy a limitarme a contraponer la visión naturalística de Harris a la visión filosófica de Adam Smith y de Julián Marías.
Marvin Harris (1927-2001) es considerado uno de los antropólogos más importantes, interesado en el origen y evolución de las culturas. Es proverbial su capacidad para formular preguntas disruptivas a las que contestaba con audacia. Por ejemplo, ¿cómo surgen los Estados?, ¿por qué Europa invade en el siglo XV América y no viceversa?, ¿por qué se dio tanta importancia a las especias?, etc. En su libro “nuestra especie” (1990) realiza un ejercicio de naturalización cultural: nuestra cultura es producto de las necesidades humanas, aunque revistamos decisiones agridulces bajo el manto ideológico o religioso.
Veamos como ejemplo “brutal” de este enfoque cómo analiza el control de la natalidad a lo largo de la Historia:
La desconexión entre el sexo y sus consecuencias reproductoras se adelantó a la era de las técnicas avanzadas en materia de aborto y anticoncepción. Las parejas preindustriales recurrían, en primer lugar, a los efectos anticonceptivos de una lactancia prolongada e intensiva con objeto de espaciar los nacimientos. Mediante prácticas sexuales no reproductoras tales como la masturbación, la homosexualidad y el coitus interruptus, evitaban un número incontable de nacimientos adicionales. Luego, si se producían embarazos no deseados, intentaban provocar el aborto por sistemas como hacer beber pociones tóxicas a la embarazada, atar apretadas vendas y sogas alrededor de su abdomen, saltar sobre una tabla colocada sobre su vientre hasta que chorrease sangre o introducir palos afilados en su útero. Como estas técnicas tenían tantas probabilidades de destruir a la madre como al feto, en el pasado el aborto era mucho menos frecuente que hoy en día. Aun así, en una panorámica de las culturas mundiales, George Devereux comprobó que 464 sociedades practicaban alguna forma de aborto. (…)
Hasta hace poco, los antropólogos no han empezado a admitir la posibilidad de que una parte considerable de los fallecimientos de recién nacidos y niños que antes se atribuían a los efectos inevitables del hambre y las enfermedades representen en realidad formas sutiles de infanticidio fáctico. Los casos de denegación indirecta, secreta e inconsciente de alimentos a recién nacidos y niños son sumamente comunes, especialmente en países del Tercer Mundo que combinan la condena del infanticidio y la de los métodos anticonceptivos y el aborto. En estas circunstancias, las madres pueden abrigar motivos para deshacerse de hijos no deseados, pero verse en la necesidad de ocultar sus intenciones no sólo ante otros, sino también ante sí mismas. El estudio realizado por Nancy Scheper-Hughes en el noreste brasileño, donde 200 de cada 1.000 criaturas fallecen durante el primer año de vida, arroja luz sobre los complejos matices psicológicos que influyen en la decisión de criar o no a cada niño en concreto. Scheper-Hughes comprobó que las mujeres calificaban de «bendición» la muerte de algunos niños. Normalmente, juzgaban a cada niño de acuerdo con una escala rudimentaria de preparación o aptitud para la vida. Los niños que las madres percibían como rápidos, listos, activos y físicamente bien desarrollados recibían más asistencia médica que sus hermanos. Los otros, los percibidos como aletargados, pasivos y de aspecto «fantasmal», recibían menos alimentos y asistencia médica y tenían, de hecho, muchas probabilidades de caer enfermos y perecer durante el primer año de vida. Las madres se referían a ellos como niños que deseaban morir, cuya voluntad de vivir no era lo suficientemente fuerte o no estaba necesariamente desarrollada. (…)
La población agraria del Japón fue en su momento la más eficaz administradora del proceso de reproducción de todo el mundo. Durante el siglo XIX, los matrimonios campesinos ajustaban matemáticamente el tamaño y la composición sexual de su prole al tamaño y fertilidad de sus tierras. El ideal del pequeño propietario era tener dos hijos, chico y chica; las gentes con propiedades más grandes trataban de procrear dos varones y una o dos muchachas. Pero los japoneses no se conformaban con esto. Tal como expresa el dicho todavía popular, «primero la chica, después el chico», intentaban tener primero una hija y después un hijo. Según G. William Skinner, este ideal era reflejo de la práctica de asignar a una hermana mayor el trabajo de ocuparse de los primogénitos varones. También reflejaba la expectativa de que el primogénito varón sustituyera al padre al frente de la explotación a una edad en que el segundo se encontrara dispuesto a retirarse y el primero fuera aún lo suficientemente joven para no estar resentido debido a una larga espera sucesoria. Una complicación adicional dependía de la edad a que se casaban las parejas. Un hombre maduro no se podía arriesgar a retrasar la procreación de un hijo varón y, por lo tanto, podía considerarse afortunado si el primer descendiente lo era. Dado que los padres no tenían forma de determinar el sexo del hijo antes del nacimiento, el único método para cumplir estos precisos objetivos reproductores consistía en practicar un infanticidio sistemático.
Resulta instructivo contraponer esta visión de la Humanidad con la que defiende Yuval Harari en Sapiens. En realidad, no podemos hablar de que sean literalmente visiones opuestas, pero el valor que concede Harari a los mitos compartidos, eso es, las explicaciones metafísicas de qué somos y cuál es nuestra misión en el mundo, no está presente en Harris.
Para Harari los vínculos, basados en narrativas o mitos, crean la confianza que nos permite cooperar y crear riqueza. Es la que llama Revolución cognitiva. Este salto se basa en la creación de un lenguaje que “salta” del presente al mundo imaginario del pasado y del futuro. La capacidad de describir lo que acontece y en el contexto en que acontece, así como las relaciones interpersonales, marcan la Revolución Cognitiva.
Adam Smith (1723-1790), en su teoría del sentimiento moral, añade un aspecto importante en la regulación que cada persona realiza sobre su conducta. ¿Por qué no robamos, por qué incluso tratamos de ser agradables a los demás?, etc. No lo hacemos, nos dice Smith, porque hemos desarrollado -en nuestro diálogo más íntimo- un espectador de nosotros mismos. Nos vemos actuar y hay conductas que nos satisfacen y otras que no. Y vemos también a otras personas sufrir, y tenemos un movimiento de empatía, (este término no estaba vigente en el siglo XVIII, y por ello va a hablarnos de simpatía), que es un gran regulador de la vida social. Adam Smith estaba considerando el papel de la conciencia personal, un aspecto de esta Revolución Cognitiva que Harari apenas considera. He aquí las palabras de Smith:
Aunque su simpatía es natural, (Adam Smith se refiere a la capacidad de cualquier persona por compadecer a otra de sus penurias), al considerar lo que le ha ocurrido a otro, los seres humanos nunca conciben el grado de pasión que naturalmente anima a la persona principalmente interesada. Ese cambio imaginario de situación sobre el que se basa su simpatía es solo momentáneo. La noción de su propia seguridad, de que ellos mismos en realidad no son los que sufren, constantemente está interfiriendo; y aunque no puede impedir que abriguen una pasión, análoga a la que experimenta el que sufre, si les impide concebir nada que se aproxime al mismo grado de violencia. La persona protagonista es consciente de ello, pero al mismo tiempo ansia apasionadamente una simpatía más completa. Anhela el alivio que solo puede proporcionarle la coincidencia perfecta de los sentimientos de los espectadores con los suyos. Su único consuelo estriba en verificar que en las pasiones violentas y desagradables las emociones de sus corazones palpitan en todos los aspectos al unísono con el suyo. Pero solo puede alcanzar esta meta si rebaja sus pasiones hasta el punto en que los espectadores pueden acompañarlo. Debe embotar, si se me permite la expresión, el filo de su tono natural y reducirlo para que armonice y encaje con las emociones de quienes le rodean. Lo que ellos sienten será en verdad siempre diferente de lo que siente el, en algunos aspectos, y la compasión nunca podrá ser idéntica al dolor original; porque la conciencia secreta de que el cambio de situaciones del que surge el sentimiento de simpatía es simple imaginación no solo lo atenúa en intensidad, sino que además en cierto sentido modifica su carácter y lo vuelve algo bastante diferente. Es evidente, sin embargo, que estos dos sentimientos pueden tener recíprocamente la correspondencia suficiente para la armonía de la sociedad. Nunca serán idénticos, pero pueden ser concordantes, y no se necesita o requiere más que eso.
Para dar lugar a dicha concordancia, así como la naturaleza enseña a los espectadores a asumir las circunstancias de la persona protagonista, también instruye a esta última para que asuma las de los espectadores. Así como ellos están continuamente poniéndose en su lugar, y por tanto concibiendo emociones parecidas a las que ella siente, también ella constantemente se pone en el lugar de ellos, y por consiguiente percibe algún grado de esa frialdad sobre sus avatares con que ellos la contemplan. Así como ellos permanentemente consideran que sentirían si fueran en realidad los que sufren, ella también imagina constantemente de qué manera se vería afectada si fuera uno de los espectadores de su propia realidad.
Esperamos menos simpatía de un simple conocido que de un amigo: no podemos descubrir ante el primero todos los pequeños pormenores que podemos revelar al segundo, por ello experimentamos una tranquilidad mayor con aquel y procuramos concentrar nuestros pensamientos en aquellas líneas generales de nuestra situación que el está dispuesto a considerar. Esperamos menos simpatía aun de un grupo de extraños y por eso adoptamos ante ellos una tranquilidad todavía mayor e invariablemente intentamos amortiguar nuestra pasión hasta el limite al que puede esperarse que la compañía concreta en la que nos encontramos sea capaz de seguirnos. No se trata de que finjamos: si realmente tenemos control de nosotros mismos la presencia de un simple conocido nos procurara algún sosiego, más que la de un amigo; y la de un grupo de extraños más que la de un conocido.
¿Qué aporta Julián Marías (1914-2005) a esta visión del ser humano? Su Antropología metafísica (1970) es obra seminal de la que derivarán diversos libros que publicará por separado, (Persona, La educación sentimental, etc.). En todos ellos parte de la idea de que filosofía es “a lo que atenerse en una situación real”. Filosofía es la explicación que nos damos de algo. Y aunque estamos construidos de una determinada manera, somos seres biológicos, nos enfrentamos a esta realidad con un aparataje cultural y unas condiciones concretas que nos hacen ser la persona que somos. A estas circunstancias las llama “nuestra realidad empírica”. Sobre ella elegimos un “temple”, una manera de estar que influirá en las decisiones que vamos a tomar. Decisiones no solo particulares, de cada uno de nosotros, sino también colectivas. Para decirlo con sus palabras:
Lo que llamamos «registros» del idioma (coloquial, literario, oratorio, solemne, burlesco) corresponden a los diferentes temples de la vida.
En el fenómeno del temple convergen las diversas dimensiones de la vida humana: lo biológico colectivo —la raza—, la herencia biológica concentrada en el individuo,
las vigencias histórico-sociales, la clase social, la figura social de la profesión, la edad, el sexo, el argumento de la biografía. Todos estos ingredientes están actuando a la vez en la determinación concreta de mi temple vital en este momento, fase particular de lo que podríamos llamar mi temple habitual. Y si ahora miramos las cosas en una nueva perspectiva, descubrimos que el temple así entendido es también una instalación.
Por eso podemos predicarlo de ciertas «formas de vida», y cada época histórica se nos presenta ante todo como un «temple» que los historiadores podrían intentar caracterizar con rigor. ¿No es evidente que el temple de la vida en la Atenas del siglo v antes de Cristo era bien distinto de la del siglo I ? ¿No son «versiones» de este
último el temple «epicúreo» y el «estoico»? (…)
La larga residencia en un país extranjero lleva con frecuencia a una alteración del temple de la vida. A veces, en forma de mimetismo: la «extranjerización», la
adaptación inauténtica —insincera o no— al temple de la sociedad en que se vive; en ocasiones, como «impermeabilidad » y retraimiento: es el caso de los individuos
o las minorías que se «enquistan» en una sociedad ajena y conservan celosamente su propio temple, que «se cuecen en su propia salsa», de espaldas al mundo exterior
—muy frecuentemente apoyándose en la lengua, concentrándose en ella, ignorando casi totalmente la que se habla alrededor—-; finalmente, cabe lo que pudiera
llamarse el «injerto», la matización o modificación del temple originario por el de la sociedad transitoriamente adoptada; alguna vez he comentado este fenómeno
en los americanos —y sobre todo las jóvenes americanas— que residen algún tiempo en España: sin perder su temple vital propio, lo tifien y enriquecen con elementos
procedentes del español, lo mismo que un árbol injertado da sus frutos con un nuevo sabor.
Marías en su “Breve tratado de la ilusión” proporciona ejemplos concretos de cómo una sociedad se “instala” en determinadas emociones y actitudes. El concepto positivo de ilusión, (la ilusión como esperanza de algo), contrapuesto al negativo, (la ilusión como ilusionismo o ilusorio, algo que engaña), le sirve para caracterizar una sociedad, la española, que mira esperanzada su futuro, pero también de manera muy crítica al presente. Esta ilusión de futuro se contrapone, se quiera o no se quiera, a la realidad que ahora tenemos. En el fondo, para Marías, la manera que tenemos de hablarnos, de describir nuestra realidad, determina ánimos y voluntades. Veamos estos párrafos de su “Breve tratado de la ilusión”:
Cuando se traduce un diálogo del inglés al español, hay que decidir, con mayor o menor fundamento, si los interlocutores se hablan de tú o de usted, ya que esa distinción no existe en el original, y puede falsearse el sentido. ¿Es estrictamente equivalente I like you y me gustas? Aparte de la significación del verbo, tal vez no idéntica, en inglés el sujeto es «yo», en español, «tú». Siempre me ha inquietado vivamente el hecho de que, mientras el léxico de los oficios es riquísimo, el que nombra las relaciones afectivas entre personas, en español y análogamente en las demás lenguas, es angustiosamente reducido: amor, cariño, afecto, ternura, amistad, simpatía, y muy poco más (y otras tantas voces negativas). No distingue la lengua entre varones y mujeres o entre niños y adultos. Tiene que ser el contexto o el estilo lo que dé un poco de precisión a esa pobreza increíble. Pero ¿no es evidente que esa pobreza lingüística empobrece la realidad? Los sentimientos reales, encorsetados por las palabras, se reducen, se limitan, se entienden a sí mismos de manera vaga, confusa, tosca; no llegan a ser lo que podrían ser si hubiese palabras que los nombrasen fiel y adecuadamente.(…)
La ilusión radica en esa dimensión de la vida humana que he explorado a fondo en la Antropología metafísica: su condición futuriza, es decir, el hecho de que, siendo real y por tanto presente, actual, está proyectada hacia el futuro, intrínsecamente referida a él en la forma de la anticipación y la proyección. Esto, claro es, introduce una «irrealidad» en la realidad humana, como parte integrante de ella, y hace que la imaginación sea el ámbito dentro del cual la vida humana es posible. Si el hombre fuese solamente un ser perceptivo, atenido a realidades presentes, no podría tener más que una vida reactiva, en modo alguno proyectiva, electiva y, en suma, libre.
Por eso la ilusión no puede reducirse a alegría o entusiasmo; digo reducirse, no que la alegría o el entusiasmo no puedan o deban ser ingredientes suyos. La ilusión significa anticipación. Afecta primariamente a los proyectos y, naturalmente, a sus términos. El título de Pedro Salinas, Víspera del gozo, conviene admirablemente a la ilusión.
El ejemplo más fuerte de ilusión es la vida del niño: es la forma propia de ella; un niño sin ilusiones no es propiamente un niño, sino una «cría», un «cachorro» o un adulto incompleto. Creo que esto debería ser el punto de partida de todo trato con el niño, de toda convivencia con él, y por supuesto de su educación. La razón es muy clara: el niño es todo futuro. Y esto no quiere decir simplemente que no se haya realizado aún, sino que es desde el principio futurizo, anticipador, proyectivo. El extraño fenómeno del aburrimiento del niño, que el animal no parece conocer, es revelador. Desde muy pronto, en edad increíblemente temprana, casi desde el nacimiento, el niño tiene más o menos vagos proyectos, que no puede realizar por falta de recursos —empezando por los biólogos, por las disponibilidades de su propio cuerpo—, y se aburre; por eso reclama imperiosamente la colaboración de los adultos, principalmente mediante el llanto, esa sorprendente arma del niño pequeño, para que le permitan, con sus recursos, la realización de sus proyectos propios.
En resumen, y para ser fieles a la idea de que los libros mas sesudos pueden resumirse y entenderse: Marvin Harris nos hace aterrizar a una realidad biológica que modela mitos y creencias, que incluso maneja la moralidad -nos hacemos las trampas necesarias- según prioridades biológicas. Por el contrario, Adam Smith penetra en los resortes más íntimos para demostrar la fuerza de los sentimientos morales, entre ellos el de la empatía, y cómo cierta gramática emocional condiciona muchas de nuestras decisiones, y nuestra manera de entender el mundo. Por cierto, Victoria Camps en su “Gobierno de las emociones”, proporciona una visión moderna de la cuestión. Harari, por su parte, se pregunta qué ha hecho posible que los humanos colaboremos unos con otros más allá de nuestra tribu particular. Estos lazos de confianza no solo estas asentados en leyes, sino sobre todo en la confianza de mitos compartidos, como son las religiones o las creencias en valores. Estamos “instalados” en una realidad cultural, nos dice Marías, y nos explicamos el mundo con palabras y tradiciones que nos dan un “temple” con el que afrontamos las vicisitudes de nuestra existencia. Siempre lanzados al futuro, “futurizos”, como solía decir, el ser humano participa mediante palabras -que implican fuertes resortes psicológicos- de una cultura de un país, y gracias a ellas puede explicarse su propia realidad personal. Y quedan por comentar Steiner, Carrère y Watzlawick…. Un contrapunto muy interesante, pero que dejamos para otro día.
Francesc Borrell
Sant Pere de Ribes
WEBS DE INTERÉS
https://www.gatesnotes.com/The-Year-Ahead-2023
¿Qué haría usted si fuera una de las personas más ricas de la Tierra? Lo que hace Bill Gates a través de su Fundación lo define así:
“Aunque la Fundación Gates ha existido durante más de veinte años, todavía hay personas que no tienen claro lo que hacemos.
Personalmente describo nuestra principal prioridad global de esta manera: ayudamos a personas de países pobres que no deberían morir, a no morir. Especialmente niños.
La mayoría de los 4 millones de muertes infantiles que aún ocurren cada año son por causas prevenibles. La forma principal que ayudamos es financiar la creación y distribución de nuevas vacunas y otras innovaciones que salvan vidas. Estoy profundamente orgulloso de este trabajo porque ha contribuido significativamente a la dramática caída en las muertes infantiles en las últimas dos décadas. También respaldamos los esfuerzos para ayudar a los pequeños agricultores de países pobres a cultivar más alimentos, aumentar sus ingresos y adaptarse al clima cambiante”.
¿Quién es Bill Gates? Uno de los emprendedores más exitosos de EEUU., desde luego, per también una persona empecinada en devolver a la sociedad lo que ésta le ha dado. Ver aquí: https://www.gatesnotes.com/Bio
¿Y qué ofrece este blog? La oportunidad de conocer sus preocupaciones, lecturas, últimos escritos, opiniones sobre variados temas… Por ejemplo, su visión sobre la Inteligencia Artificial: https://www.gatesnotes.com/The-Age-of-AI-Has-Begun
Destaco estos párrafos:
No matter what, the subject of AIs will dominate the public discussion for the foreseeable future. I want to suggest three principles that should guide that conversation.
First, we should try to balance fears about the downsides of AI—which are understandable and valid—with its ability to improve people’s lives. To make the most of this remarkable new technology, we’ll need to both guard against the risks and spread the benefits to as many people as possible.Second, market forces won’t naturally produce AI products and services that help the poorest. The opposite is more likely. With reliable funding and the right policies, governments and philanthropy can ensure that AIs are used to reduce inequity. Just as the world needs its brightest people focused on its biggest problems, we will need to focus the world’s best AIs on its biggest problems.
En ocasiones realiza un extenso comentario de libros que encuentra interesantes. Por ejemplo, en relación con la Inteligencia Artificial: https://www.gatesnotes.com/A-Thousand-Brains
También destacaría los Podcasts sobre grandes preguntas, tales como si las personas pueden cambiar, cómo será el mundo tras el COVID, etc.: https://www.gatesnotes.com/Podcast
Aquí podéis consultar el contenido global: https://www.gatesnotes.com/All
Pablo Oliveras
Murciae
ARTÍCULO COMENTADO
La vacunación obligatoria de los profesionales sanitarios
Una de las novedades que se han destacado en el nuevo Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial, recientemente presentado, es la que introduce el Art. 44, incluido en un novedoso capítulo dedicado a la seguridad del paciente. Afirma que “a fin de limitar la transmisión a los pacientes, y salvo que haya razones que justifiquen no hacerlo, el médico debería estar vacunado”. La recomendación, pues por el uso del condicional no puede considerarse en modo alguno un precepto, parece querer responder al debate que se suscitó en los momentos álgidos de la pandemia, y que en algunos países, como Italia, se tradujo en el apartamiento (posteriormente revocado por la Justicia) de profesionales que rechazaron vacunarse. Independientemente de las motivaciones para su negativa, muchos fueron vapuleados por la opinión pública y automáticamente tildados de negacionistas, como ha pasado en estos años con cualquiera que cuestionara las indicaciones y dogmas (algunos de ellos, como sabemos, endebles y caracterizados por su rápida obsolescencia, a medida que se han adquirido más y mejores conocimientos sobre la enfermedad o variaba su presentación).
Aunque puesta de realce por la COVID-19 y desde la disponibilidad de vacunas específicas, la cuestión no es nueva ni baladí y las opiniones y motivaciones son tan variadas como la amplia y rica gama de personas que componen las profesiones sanitarias. Uno no tiene para olvidar un glorioso episodio vivido hace unos 20 años cuando hacía la interconsulta psiquiátrica en un hospital que dedicaba una parte importante de sus camas a convalecientes, ancianos y enfermos respiratorios. Conversando con una enfermera, tuvo la ocurrencia de preguntarle, de forma más bien retórica y suponiendo que la respuesta era un “por supuesto”, si se vacunaba contra la gripe. La profesional interpelada, a quien en justicia habría que situar en alguno de los extremos más pintorescos de esa amplia gama, repuso que de ninguna manera, que nadie le iba a quitar a ella su derecho a una semana de baja invernal por gripe.
En este contexto, un trabajo que publica el Journal of Medical Ethics, firmado por Giubilini y colaboradores, aborda la cuestión de si existen criterios éticos que sustenten la vacunación obligatoria de profesionales sanitarios. Todos los autores están vinculados al Centro Uehiro depara la Ética Práctica de Oxford, del que fue director el segundo de ellos, el australiano Julian Savulescu, también editor en su momento de la revista. Savulescu es un pensador conocido por posturas utilitaristas, tanto en relación con el manejo de la crisis COVID 19, como en otros aspectos muy distantes, como en su concepto de “beneficencia procreativa”, que defiende que, en el caso de obtener embriones múltiples mediante técnicas de reproducción asistida, deberían seleccionarse los que poseyeran características genéticas que augurasen una vida más sana o con más calidad. También defiende la clonación de seres humanos para obtener células, órganos o tejidos que puedan servir para curar enfermedades.
En el artículo que comentamos, Giubilini y colaboradores analizan como criterios éticos relevantes la utilidad de la vacuna para los trabajadores sanitarios y los pacientes (en ambos casos, en términos de prevención de la infección y de la minimización de la escasez de personal), así como la posibilidad de que existan alternativas menos restrictivas para alcanzar estos objetivos. Plantean que los trabajadores sanitarios tienen una obligación profesional de promover los intereses de los pacientes que conlleva la exposición a riesgos mayores que los que asume la población general, así como a una limitación de la autonomía igualmente superior a la que pueda afectar al resto de la ciudadanía. Por tanto, afirman que siempre que se puedan justificar apelando a estos criterios las vacunaciones obligatorias no son injustas y el grado de coerción que implican para los profesionales es aceptable desde el punto de vista ético, hasta el punto de que serían comparables a las condiciones y exigencias que marcar los contratos laborales de estos trabajadores. En estas condiciones, podría darse la circunstancia de que la vacunación obligatoria de profesionales podría estuviera éticamente justificada al mismo tiempo que no lo estaría la de la población general.
La cuestión es si este planteamiento general es aplicable a cualquier vacuna. Si volvemos al Art. 44 del nuevo Código de Deontología Médica, su formulación es genérica, por lo que no aclara la cuestión. Según se ha interpretado que “viene a decir el mandato deontológico”, sería obligatorio (o más bien, por la redacción del artículo, recomendable) ponerse las vacunas “que correspondan al tiempo y el lugar donde ejerzan su profesión”, o, “de las enfermedades transmisibles de mayor prevalencia». En estas primeras valoraciones nada se dice, por tanto, de la eficacia de cada vacuna como principio rector. Por su parte, Giubilani y colaboradores analizan la cuestión para la gripe y la Covid 19, revisando en cada caso los riesgos y beneficios de cada vacuna y la posibilidad de que existan alternativas menos restrictivas. El resultado de esta valoración es que a la luz de los conocimientos actuales, los medios disponibles, y la efectividad de los procedimientos, la vacuna obligatoria de la gripe es “probablemente” permisible desde el punto de vista ético y la de la Covid 19, “probablemente” no lo es.
Ciertamente, este análisis debería aplicarse a cada vacuna, considerando los riesgos de transmisión de la enfermedad, su gravedad, la presencia o no de epidemias, etc. Esto es importante en un momento histórico en el que asistimos a anuncios más o menos alarmistas que presagian nuevas (en varios sentidos del término) pandemias a lo largo de las próximas décadas, pero también a la promoción de vacunas en torno a cuya oportunidad hay dudas.
Los autores rematan el trabajo con una propuesta de contratos reguladores de la vacunación obligatoria. Establecen cuatro supuestos: previsión de vacunación obligatoria (que se plantearía a la hora de firmarse nuevos contratos, o incluso en la formación pregrado), vacunación condicional (aplicable a profesionales ya en ejercicio y que en el marco de una epidemia, se impondría la asignación de tareas no asistenciales hasta que se vacune el profesional), obligación selectiva (para profesionales con riesgo de contagio y transmisión en razón de su tarea asistencia, como podría ser para la vacuna de Hepatitis B) y exención por inmunidad natural, ya que esta situación protegería directamente a los pacientes e impediría que el profesional desarrollase síntomas que impidieran que participara en la atención a la enfermedad.
Fuentes
- Giubilini A, Savulescu J, Pugh J, et al. Vaccine mandates for healthcare workers beyond COVID-19. J Med Ethics. 2023; 49:211-220 [Texto completo]
- Organización Médica Colegial. Código de Deontología Médica. Guía de Ética Médica. Consejo General de Colegios de Médicos, diciembre 2023 [Texto completo]
- Pérez-Fernández M, Gervas J. Herpes zóster. Venden la (poco eficaz) vacuna austando con la enfermedad. Espacio Sanitario, 12 de marzo 2023 [Texto completo]
- Savulescu J. Procreative beneficence: why we should select the best children. Bioethics. 2001; 15:413-26 [Abstract]
- Savulescu J. Should we clone human beings? Cloning as a source of tissue for transplantation.
J Med Ethics. 1999; 25:87-95 [Texto completo] - Savulescu J, Persson I, Wilkinson D. Utilitarianism and the pandemic. Bioethics. 2020; 34:620-632 [Texto completo]
Bilbao
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